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cuya traduccion, mas que libre, puesta al lado, dice así: «El cautivo con gran en aqueste duro mármol, con la uña señaló á Cristo crucificado, siendo esta iglesia mezquita donde lo martirizaron

La menor era de mármol verde, y fué adquirida en Siria, y se consideró por todos los inteligentes como un verdadero prodigio del arte.

Lo que hoy allí principalmente se advierte es una elevacion de forma cuadrangular y superficie llana de unos ciento setenta pasos de longitud, con declives por los tres lados de oriente, poniente y mediodia, y por el norte unida á la Sierra con varios montículos de figura irregular, no de formacion natural, sino de escombros en que facilmente se hallan trozos de piedras bellamente labradas, lastras de mármol rotas y otros objetos, con solo remover la masa pulverulenta que cubre la yerba.

Querían soñar bajo la nieve perfumada de los interminables bosques de naranjos; ser dueños de los valles abrigados donde el mirto y el jazmín embalsaman el aire salitroso; de los volcanes mudos que dejan crecer entre sus rocas el áloe y el cacto; de las montañas de mármol que descienden sus blancas aristas hasta el fondo del mar y refractan el calor africano emitido por la costa de enfrente.

¡Cómo la piedra nos enseña tambien! ¡Qué historia más grande es la arquitectura! El libro puede escribirse de dos modos, en papel y en mármol. La imprenta existió siempre: antes se llamó Fidias; luego se llamó Guttemberg.

Cuando salió a la claridad, con el cielo por techo, vio en lo alto de la escalinata de mármol, con una mano apoyada en el cancel dorado de la puerta de la casa, a su querida esposa que extendía el brazo derecho hacia la luna, con una flor entre los dedos. Eh, ¿qué tal, Quintanar? ¿Qué tal efecto de luna hago?... ¡Magnífico!

Martí, por Federico Uhrbach El Fígaro, noviembre 30 de 1910 Martí Ante su mármol Para Manuel Sanguily, grande de corazón y pensamiento.

Las plantas trepadoras se enlazan en los fustes de mármol, las flores llenan el reducido espacio con su perfume penetrante, y el agua, poco abundante, pero distribuida con el mayor arte, cae como perlas sonoras en el vaso de la fuente.

Arrancad de la capilla Sixtina la figura de Isaías y ponedle un marco esculpido por Doré, pequeños Amores trepando gozosos por la viña ensortijada, faunos diminutos persiguiendo a ninfas cocottes y tendréis una idea del efecto que produce ese Niágara inmenso, severo, rugiendo como un titán enfurecido, y rodeado de pequeñas villas coquetas, chalets suizos en ladrillo rojo, surcado por puentes de ferrocarril, rodeado de molinos, bar-rooms, albergues cubiertos de anuncios de Lanmann y Kemp, de la Marfilina, de la Almohadilla de Parry, ultrajado, profanado, como el Coliseo romano por las lápidas de mármol blanco y letras doradas que pretenden consagrar glorias efímeras y raquíticas.

A la puerta, a un lado, troncos colosales de madera fina repulida; y al otro, de color de rosa y verdemar, la pirámide del mármol transparente de la tierra, del ónix que parece nube cuajada de la puesta de sol. Del techo cuelga, verde y blanca y roja, la bandera del águila.