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Actualizado: 7 de mayo de 2025
En una palabra: aquella señora, obediente a las instrucciones del tutor, su hermano, toleraba cuanto podía contribuir a que las jóvenes tuviesen fama de coquetas e insustanciales, y en cambio desarrollaba un mal humor inaguantable y una astucia increíble apenas surgía la posibilidad de que un hombre ganara terreno en el corazón de Susana.
Si parece que su marido no le hace mucho caso, no recurra a los celos; éstos son mal excitante, que dejan en pos de sí microbios de reproches y de discusiones. Tampoco sirve de nada una visible tristeza; la mujer triste pierde mucho de su encanto o impacienta a su marido. Cierto que excita a los otros; lo cual es una compensación... DORA. ¡Una compensación para las coquetas...!
De las calles vecinas iban llegando recién peinadas y coquetas las señoritas deseosas de que el novio se hiciera el encontradizo, las niñas ávidas de jugar y las mamás cargadas de devocionarios sujetos con gomas encarnadas.
Ambas rubias y ambas vestidas con singular gracia y elegancia: en Madrid esto último no tiene nada de extraordinario porque las mamás, que han renunciado a ser coquetas para sí, lo continúan siendo en sus hijas y han convenido en hacerse una competencia poco favorable a los bolsillos de los papás.
Si es usted un amigo tan paternal, principie por no hacerme cumplimientos ni adularme. ¡Los piropos son un veneno para las niñas frívolas y coquetas como yo! Y miró a Vázquez con la más tierna de sus miradas y le sonrió con la más mona de sus sonrisas, como diciéndole: «Pero no importa que las lisonjas sean un veneno.
Es de tal suerte mi amor, que la quiero á usted más, altiva que risueña, que padezco horriblemente con sus desdenes y padecería aún más si, confundida con el vulgo de las coquetas, me otorgara los pequeños favores que halagan la vanidad, que gozo con que usted me desprecie y me haga llorar y que todas estas extravagancias se las cuento para que usted me desprecie todavía más y se acreciente el sabor dulce que percibo en el fondo de sus desprecios. ¡Seré insensato!
Ambas rubias y ambas vestidas con singular gracia y elegancia: en Madrid esto última no tiene nada de extraordinario porque las mamás, que han renunciado a ser coquetas para sí, lo continúan siendo en sus hijas y han convenido en hacerse una competencia poco favorable a los bolsillos de los papás.
Unas le parecían tontas, coquetas, feas, sin gracia; otras, aunque bellas, superficiales y vanas; algunas, buenas muchachas, pero de «mala rama», como decía la enferma, esto es, de familias desconceptuadas e incorrectas; cuales simpáticas, pero de mala educación; cuales bien educaditas, pero vanidosas y muy pagadas de su letra menuda. ¡La educación! decía ¡la educación antes que nada!
El resto de la conversación no fue escuchado por la joven. Un pensamiento desolador absorbía su espíritu. Pero en breve fue despertada por el alboroto de las despedidas. Promesas de volver a verse pronto, apretones de manos, actitudes coquetas, graciosas muecas, sonrisas afectuosas, todas estas manifestaciones vehementes parecían brotar de los sentimientos más sinceros.
¿Por qué no vienen nuestras mujeres? Tienen una visita, y la cortesía más elemental exige que salgan. Probablemente estarán vistiéndose. ¡Qué coquetas son! Lo lógico sería que no se emperejilasen mucho para sus antiguos maridos, y, sin embargo... ¡No, no comprenderé nunca la psicología femenina! EL GRUESO ROMANO. ¡Cielos, qué sed tengo!
Palabra del Dia
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