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Retiróse confuso el noble, siguióle con la vista el secretario y notó casi en seguida el estandarte con las cinco rosas encarnadas que tan orgullosamente portaba el veterano Reno. ¡Por mi nombre! exclamó Parington. Huéspedes tenemos hoy aquí á quienes no hay que preguntar si los abona nobleza de primer orden. ¡Las Rosas de Morel! ¡Y digo, la cabeza de jabalí de los Butrón! ¡Ah!

Pero es condición precisa que lleves dos camelias también en la mano, una blanca y otra encarnada: si te gusto, deja caer la encarnada y quédate con la blanca; si no, haz lo contrario. Convenido. Hasta mañana, pues; adiós, adiós hermosa Lucía... Voy a pedir al cielo que seque esta noche todas las camelias encarnadas.

Pero antes de que los dos apoyasen el borde de los oculares en sus cejas, el comandante colocó sobre el mapa un nuevo papel. Era una fotografía enorme y algo borrosa, sobre cuyos trazos aparecía un abanico de líneas encarnadas igual al otro. Nuestros aviadores continuó el artillero cortés han tomado esta mañana algunas vistas de las posiciones enemigas.

En ellas se lee egoísmo, concupiscencia y vanidad. Hizo el enano una pausa para que Cristela se sondara a misma, y Cristela descubrió que el enano tenía razón. Estaba ella triste porque su curiosidad de mirar las almas la había desengañado de hombres y cosas. Y Bob le observó: A ti, Cristela, los rostros te sonríen como rosas, blancas, amarillas y encarnadas.

Todo el camino parece andar con él. Los viejos moruecos vienen a vanguardia, con los cuernos hacia adelante y aspecto montaraz; sigue a éstos el grueso de los carneros, las ovejas algo fatigadas y los corderos entre las patas de sus madres, las mulas con perendengues rojos, llevando en serones los lechales de un día, meciéndolos al andar; en último término, los perros, sudorosos y con la lengua colgante hasta el suelo, y dos rabadanes, grandísimos tunos, envueltos en mantas encarnadas, que les caen a modo de capas hasta los pies.

¡Pero si esto es muy divertido! decía Currita con infantil alborozo . ¡Qué delicia!... Mire usted, Butrón; mire usted qué graciosos van todos con sus cintitas encarnadas... ¡Uy, aquel jorobadito!... ¡Qué mono!... ¡Ah, pícaro!... ¡lleva una bandera en que pide reforma!... ¡Pues claro está que la necesita!... ¡pobrecito!, ¡sobre todo por la espalda!...

JUDÍAS ENCARNADAS ESTOFADAS. Se cuecen con tocino, jamón y cebolla; cuando están bien cocidas se les echa un poco de manteca y de harina, perejil picado, sal y pimienta; se saltean y se humedecen con un poco de vino tinto, dejándolas cocer lo menos media hora, meneándolas a menudo. Se sirven con el jamón partido a pedacitos.

A todo lo largo del muelle, en aquella época y en ésta, sigue pasando lo mismo; había casas de pescadores con balcones, ventanas y galerías de madera, adornados por colgaduras formadas por camisetas encarnadas, medias azules, sudestes amarillentos, aparejos y corchos.

Al través de la mitad de estos cristales se veían también bollos, libras de chocolate y algunas naranjas; y decimos la mitad de los cristales, porque la otra mitad no existía, siendo sustituida por pedazos de papel escrito, perfectamente pegados con obleas encarnadas.

Cada vez que necesitaba repetir lo de: «Y el verbo se hizo carne» en lugar del pesebre y el Niño Dios veía, dentro del cerebro, las letras encarnadas del Evangelio de San Juan, en un cuadro de madera en medio de un altar: Et Verbum caro factum est.