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Actualizado: 13 de mayo de 2025


De las calles vecinas iban llegando recién peinadas y coquetas las señoritas deseosas de que el novio se hiciera el encontradizo, las niñas ávidas de jugar y las mamás cargadas de devocionarios sujetos con gomas encarnadas.

La dueña Rodríguez clamaba llorosa: Yo no soy fantasma, ni visión, ni alma del purgatorio, sino doña Rodríguez, la dueña de honor de mi señora la duquesa, y vengo a inculparos de vuestra sátira contra todas las dueñas, encarnadas en vuestra falsa y mentirosa Dueña Dolorida!...

El foyer estaba aún desierto, y los lacayos, zambullendo las encarnadas narices en sus inmensos cuellos de pieles, comenzaban a asomar ya, para avisar a los señores la llegada de los coches. Antojósele entonces a Currita sentarse en un diván, para esperar la salida de la gente. Angustióse Villamelón. ¡Pero, hija mía, por Dios!... ¡Si esto está helado, Curra!...

Últimamente apareció un grupo abigarrado de damas y caballeros, donde predominaban los sombreros de paja y las manteletas encarnadas, y el viejo lobo marino que acababa de jurar como un carretero, blasfemó otra vez de puro satisfecho y colocó una tabla entre el atracadero y la falúa para que pasase la gente. El primero que saltó fue don Mariano.

Inquieto en su asiento, Navarro vaciló entre la ira y la curiosidad. Esas cosas dijo no se pueden creer sin algo que lo pruebe.... ¿A ver, qué es eso? ¿Qué significa ese paquete atado con cintas encarnadas? Salvador había sacado un paquete y escogía en él los papeles que quería mostrar a Carlos.

Paco admiraba en silencio la hermosura de Ana, cuya cabeza hundida en la blancura blanda de las almohadas le parecía «una joya en su estuche». Observó Visita que más que nunca se parecía entonces Ana a la Virgen de la Silla. La fiebre daba luz y lumbre a los ojos de la Regenta, y a su rostro rosas encarnadas; y en el sonreír parecía una santa.

Oye, Juan, eres la prudencia y la razón encarnadas, en eso estoy conforme; pero por más que digas y hagas... Escucha, y acuérdate de esto, Juan; de esa casa saldrás enamorado. No lo creo respondió Juan, riendo. Y yo estoy seguro de lo que digo... ¡Hasta la vista! Te dejo en tus asuntos. Aquella mañana Juan hablaba sinceramente: había dormido muy bien la noche anterior.

Las patas de las sillas, nada firmes, se enredaban entre los descosidos de la pleita a listas blancas y encarnadas; al aparador, huérfano de molduras, que arrancó el paño de la limpieza, le faltaban tiras del chapeado de caoba; los pocos enseres que sustentaban las tablas, eran platos ordinarios, vasos de vidrio, tazas de loza, floreros de cristal, comprados en banasta de a real y medio la pieza.

La chacha Victoria hacía estos arreglos y traspasos. Ya hemos hablado de la casaca y de la chupa encarnadas, que vinieron á ser memorables por el lance del bolero; pero mucho antes había heredado D. Fadrique una capa, que se hizo más famosa, y que había servido sucesivamente á D. Diego y á D. José. La capa era blanca, y cuando cayó en poder de D. Fadrique recibió el nombre de la capa-paloma.

Doña Manuela buscó lo más raro y costoso del Mercado: tres pares de perdices, que bailoteaban con descoco dentro de una jaula, mostrando sus polonesas encarnadas. Visanteta las arreglaría para la cena de la noche. Después compró el pavo, un animal enorme que Nelet cogió con cariño casi fraternal, después de tentarle varias veces los muslos con una admiración que estallaba en brutales carcajadas.

Palabra del Dia

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