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Mientras don Procopio jugaba adentro con sus cofrades, afuera, delante del mostrador, en presencia de los compradores, se enredaban pláticas que frecuentemente se convertían en disputa. Venegas se complacía en atacar al caído Imperio; Sarmiento le defendía acalorado y lleno de brío. El republicano se ensañaba contra el Catolicismo; el médico decía pestes del partido liberal.

Se le enredaban y confundían las especies; y la procesión de antes, con nuevas visiones ensartadas en el hilo entre las otras, volvía a desfilar, pero a la inversa: de la zona de la luz, medio a obscuras ya, a las profundidades más sombrías del cerebro.

Hay otra llamada María del Socorro, de la misma edad que Maximina, muy dulce, muy tímida; cuando las niñas enredaban en su clase, no teniendo ánimo para reñirlas o castigarlas, se echaba a llorar.

Iba delante de un grupo de chiquillos que venían de la «Escuela Nacional», alegres, parlanchines, con sus bolsas de brin en bandolera, muy cuidadosos de sus tinteros, unas botellitas tapadas con un corcho y pendientes de un hilo que los granujas se enredaban en el índice de la mano derecha.

Las patas de las sillas, nada firmes, se enredaban entre los descosidos de la pleita a listas blancas y encarnadas; al aparador, huérfano de molduras, que arrancó el paño de la limpieza, le faltaban tiras del chapeado de caoba; los pocos enseres que sustentaban las tablas, eran platos ordinarios, vasos de vidrio, tazas de loza, floreros de cristal, comprados en banasta de a real y medio la pieza.

En cuanto al traje de los judíos, era tan fantástico, que podía valer para cualquier época, si bien tenía el inconveniente de ser tan rico y primoroso, que sólo los señoritos más acaudalados del pueblo lo podían costear; así es que había pocos judíos, muchos menos que soldados romanos; mas no por eso se sometían del todo, sino que de cuando en cuando se enredaban a trancazos con los cruzados, armando muy graciosas escaramuzas o simulacros de pelea, con los cuales el pueblo se reía y era como el sainete o parte cómica de la procesión.

Los vecinos encontraban la broma sabrosa. En vez de desengañar á la pobre mujer, la enredaban más en ella. Fácil es que aunque tratasen de impedirlo no lo consiguiesen; porque la presunción y simpleza de la coja eran realmente increíbles. ¡Aquí está lo que yo esperaba! exclamó Regalado en alta voz. Nada más que para esto he pasado tres horas sentado, dejando mis labores abandonadas.

Estas almadías del desastre, se enredaban entre los naranjos y formaban barreras que, poco a poco iban engrosándose con nuevos despojos de la corriente. Allá lejos, en el límite de la laguna, movíanse con regularidad algunos puntos negros, agitando sus patas como moscas acuáticas, en torno de las casas, que apenas asomaban sus techumbres sobre la inmensa lámina de agua.

Aunque venía hacia él, consideró prudente salir á su encuentro y echó á correr con toda la velocidad que le permitía el suelo arenisco surcado por las raíces de los matorrales, que el viento había dejado descubiertas, y en las que se enredaban sus pies, haciéndole dar violentos tropezones.

Tenía este caballerito ala y media de rizadas y finísimas plumas, que le caían por la trasera con desmayada gentileza, y calzaba sus pies de mujer con botitos, coturnos o alpargatas; que de todo había un poco en aquella elegantísima interpretación de la zapatería angelical. Por la cabeza le corría una como guirnalda con cintas, que se enredaban después en su brazo derecho.