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Actualizado: 23 de mayo de 2025


No era por la carne. «El hambre no tiene ley, y la carne la ha hecho Dios para que la coman los hombres.» ¡Pero al menos que dejasen la piel!... Y comentaba tanta maldad repitiendo siempre: «Falta de religión y buenas costumbresOtras veces, los merodeadores se llevaban la carne de tres vacas, abandonando las pieles bien á la vista; y el estanciero decía sonriendo: «Así me gusta á la gente: honrada y que no haga mal

Era una mujer enmascarada, que, a pesar de sus altos tacones y de la especie de gran florón de anchas cintas negras que llevaba en lo alto de la cabeza para aumentar su estatura, aparecía muy pequeña: llevaba sobre un vestido corto de seda negra un amplio dominó de igual color, y abrigábase el cuello, espaldas y brazos, con una rica talma de pieles grises.

Y el cronista, que conocía la doliente historia de la gran trágica, se preguntaba atónito: «¿Cómo bajo esos pies tan pequeños, tan frágiles, tan lindos, más hechos para holgar entre pieles que para correr descalzos sobre el polvo ó la nieve de los caminos, ha podido pasar media Europa?...»

Clayton de los almacenes del rey. Estuviéronse cuatro semanas en el puerto de Egmont, y cargaron aceite, pieles y lobos marinos, con que volvieron á su tierra. Sin embargo dejó el Endeavour en el puerto el navío de la isla de Rhode, y estando el 23 toda la gente á bordo, se hizo á la vela para Inglaterra.

Mas el viejo, al notar que le perseguían, zambulló el rostro en su gran cuello de pieles, y ocultando con presteza en el bolsillo del gabán algo que en la mano llevaba, entróse prontamente en el cuarto contiguo al de Jacobo. Quedósele este mirando sorprendido y receloso, y dudando entonces de que fuese el tío Frasquito, entró también en su aposento.

Un público heteróclito se agolpa impaciente bajo la gran claridad blanca irradiada por los tres arcos voltáicos que alumbran la fachada del teatro: los automóviles se acercan trompeteando; uno tras otro; los landós se detienen al borde de la acera, y de ellos descienden diligentes mujeres hermosas cubiertas de pieles y de encajes, con la magnificencia de sus cabellos y la nieve de sus gargantas desnudas, aljofaradas de piedras preciosas; mantones plebeyos, capas, boinas, gabanes elegantes y relucientes sombreros de copa, se acercan ó separan, siguiendo esos extraños calofríos que rizan el lomo temblequeante de las multitudes, y al cabo desaparecen por las puertas del teatro; puertas voraces, contraídas en una especie de succión insaciable.

Y se sentó en un sillón, se arropó en un abrigo de pieles que se había puesto y esperó que la doncella cumpliese sus órdenes. Poco después se abrió aquella misma puerta, y entró el sargento mayor don Juan de Guzmán, que, sin quitarse el sombrero, adelantó hasta cerca de la dama, y deteniéndose á poca distancia de ella y permaneciendo de pie, la dijo: Nos sucede mejor de lo que queríamos, Ana.

Después se encasquetaban el sombrero de pieles, pesada mole, cuyo objeto nunca me pude explicar, y luego iban a sus puestos si tenían que hacer guardia, o a pasearse por el combés si estaban libres de servicio. Los marineros no usaban aquel ridículo apéndice capilar, y su sencillo traje me parece que no se ha modificado mucho desde aquella fecha.

En cuanto Ana volvió en , pidiendo mil perdones por haber turbado la fiesta, don Víctor, de muy mal humor, ya sin miedo, la llenó el cuerpo de pieles, la embozó, se despidió de la amable compañía y con la del Banco se llevó a la Regenta a la cama. «¡El humo! ¡el calor, la falta de costumbre, la polka después de cenar, las luces!... Cualquier cosa, en fin, aquello no valía nada.

Oye, Sarmiento dijo el rey ; ponme detrás dos almohadones, á fin de que pueda recostarme, y el gabán de pieles. Sirvió el ayuda de cámara al rey y éste le despidió. Felipe III se quedó sentado en la cama, recostado sobre los almohadones y envuelto en el gabán.

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