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Son: el "león rampante", España, y las "águilas voraces", Norte-América. A Claro Recto le ha complacido la sinécdoque. Ya agotaron sus flechas nuestras viejas aljabas con el león hispano en rudo batallar, y con aquellas águilas que viéndonos inermes, cruzaron el Pacífico en un vuelo triunfal.

Más allá.... Pero no: ya no se oye aquel persistente chasquido de hojas magulladas; ya no percibimos el rumor de los voraces dientes. ¡Silencio!... Industriales de la tierra, fabricantes, obreros, tejedores, artífices, todo el mundo de rodillas. El gusano de seda ha empezado su capullo. En la cocina. Como los prados están tan apetitosos para los ganados, la carne de este mes es la mejor del año.

Apaga la luz del día de humo negro nube espesa; rásganla voraces llamas incendiando la ancha esfera, que a los deslumbrados ojos miente tempestad horrenda, y aquella sangre, que baña monte y llano por doquiera, parece la roja lluvia de aquella nube bermeja.

La luz que Facia había encendido en la lamparilla del dormitorio al salir de él, y que aún conservaba en la mano, iluminaba un poco aquellas fauces entenebrecidas; y así pude entreverlas atascadas, materialmente, de figuras apiñadas y oscilantes que miraban hacia nosotros con impaciencias voraces; y aun hubiera jurado yo que allá en el fondo, detrás de toda la masa, pero alzándose un codo sobre la cabeza del más talludo, relucían, como dos linternas en un túnel, los ojazos verdes y saltones del gigantón de la Castañalera.

Y luego, agachándose a mis pies, me contó en un flujo de palabras roncas su aflicción: mientras yo dormía se esparció por la ciudad el rumor de que un extranjero, el «Diablo extranjero» había llegado con bagajes cargados de tesoros... Ya, desde el comienzo de la noche, él había entrevisto rostros ansiosos, de ojos voraces, rondando la barraca, como chacales impacientes... Y ordenó a los koolíes que atrincherasen la puerta con los carros de los bagajes, formados en semicírculo a la manera tártara.

Una llama pálida lo rodeó todo; enrojeciéronse rápidamente las astillas; las voraces y azuladas lenguas de fuego atacaron las compactas páginas de los libros, y a los pocos momentos, una llamarada de resplandores vivísimos iluminó el cuarto, ofuscando la apacible luz de la lámpara, y proyectando una siniestra claridad de incendio sobre la figura de Lázaro. Todo ardía.

Y junto con esto, inesperados arranques de generosidad: socorros a manos llenas a las familias de sus marineros. En un arrebato de cólera era capaz de matar a uno de los suyos; pero si alguien caía al agua, se arrojaba para salvarle, sin miedo al mar ni a sus voraces bestias.

Dos voraces incendios, uno en febrero de 1737 y otro en marzo de 1756, convirtieron en cenizas dos terceras partes de los edificios, entre los que algunos debieron ser monumentales, a juzgar por las ruinas que aun llaman la atención del viajero. El virrey conde de Lemos se distinguió únicamente por su devoción.

Un mundo de peces voraces flota sobre mi cabeza; el hombre, mi cruel admirador, me da el castigo á que me ha hecho acreedora mi belleza. Perseguida en los mares de la India, hasta en las aguas del polo, he sentado mis reales en California, y se me exporta á toneladasNo atreviéndose á salir la infortunada, ha encontrado un medio sutil para que llegue hasta ella el aire y el agua.

La hetera de lugar es menos exigente, pedigüeña y antojadiza que las Coras, las Baruccis, las Paivas y otras famosas heteras parisinas: pero aquéllas son solas, se diría que nacieron como los hongos, y la lugareña tiene un diluvio de parientes, que se lanza y abate sobre la casa y la hacienda del mantenedor enamorado, como bandada de langostas hambrientas y voraces.