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¡Ahí es nada ser ruso, esto es, ser del país del terrorismo y del bolchevismo!... Mi amigo Corpus Barga, actual redactor de El Sol en París, tuvo la debilidad de interesarse por las cuestiones rusas, y en cuanto se presentó en España, con unos bigotes caídos a la tártara, la Policía lo cogió y lo metió en la cárcel. Otro amigo mío, que quiso estudiar ruso, fue detenido a la tercera lección.

Sólo he hecho uso de aquéllos que explican el carácter de la lucha, de aquéllos que entran en proporciones distintas, pero formados de elementos análogos, en el tipo de los caudillos de las campañas que han logrado al fin sofocar la civilización de las ciudades, y que últimamente han venido a completarse en Rosas, el legislador de esta civilización tártara, que ha ostentado toda su antipatía a la civilización europea en torpezas y atrocidades sin nombre aún en la historia.

Donde quiera que se levantaban los ojos se veían siempre enormes cometas de papel, ora en forma de dragones, ora de cetáceos o aves fabulosas, llenando el espacio de una inverosímil legión de monstruos transparentes y ondeantes. ¡Sa-Tó, basta de ciudad tártara! Vamos a ver los barrios chinos. Y allí fuimos, penetrando en la ciudad chinesca por la parte populosa de Tchin-Men.

Hablamos mucho de Europa, del nihilismo, de Zola, de León XIII, y de la delgadez de Sarah. Por la galería abierta penetraba un aire cálido que trascendía a heliotropo. Después la dama se sentó al piano, y con su voz de contralto rompió el silencio melancólico de la ciudad tártara, cantando las picantes arias de «Madame Javart» y las melodías fatigosas del «Rey de Lahore».

Proviene su argumento del libro célebre de El caballero de Febo, espejo de príncipes y caballeros . La princesa tártara Lindabridis, á quien su hermano ha despojado del trono, no dispone de otro medio para recuperarlo que el hallazgo de un esposo, que aventaje al usurpador en valor y en prudencia.

Después, la rubia generala cantó con gracia, la «Femme a barbe»: y cuando el general marchó con su escolta cosaca hacia el Yamen del príncipe Tong, a informarse de la residencia de la familia Ti-Chin-Fú, yo, repleto y bien dispuesto, salí con Sa-Tó a ver Pekín. La vivienda de Camilloff quedaba en la ciudad tártara, en los barrios militares y nobles. Reina allí una tranquilidad austera.

Pero hay algo más todavía que revela desde entonces el espíritu de la fuerza pastora, árabe, tártara, que va a destruir las ciudades. Los colores argentinos son el celeste y el blanco; el cielo transparente de un día sereno, y la luz nítida del disco del sol; la paz y la justicia para todos.

Su rostro, de color amarillo viejo, presentaba reflejos extraños a la luz de las llamas. El doctor Lorquin, después de contemplarlo, dijo: Es un hermoso ejemplar de la raza tártara; si yo tuviese tiempo, lo cubriría con una capa de cal para tener un esqueleto de esta especie.

Malek Johanna llamaban los árabes al famoso preste Juan de las Indias, rey mongol nestoriano, llamado por los de su nacion Ung khan ó Avenk khan, cuya carta, verdadera ó apócrifa, al emperador griego Alejo Comneno, patentiza por lo menos la creencia de los orientales en el poder y supremacía de la raza tártara.

SALSA TÁRTARA. A una salsa mayonesa bien hecha se agrega mostaza inglesa y variantes picados. SALSA DE TOMATES. Se escaldan o cuecen tomates; se pasan por un tamiz y se mezcla con un picadillo de jamón frito en manteca.