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Actualizado: 27 de septiembre de 2024
8 Y aconteció que, habiéndolos herido, yo quedé, y me postré sobre mi rostro, y clamé, y dije: ¡Ah, Señor DIOS! ¿Has de destruir todo el remanente de Israel derramando tu furor sobre Jerusalén?
Jamás he tenido la tentación de destruir mi obra; de hacer que Lucía baje hasta mí desde la altura en que la he puesto. Pero, a veces me pregunto: ¿no fue delirio ponerla en esa altura? A este propósito recordaba yo ciertas palabras de una dama andaluza que conocí un verano en Biarritz cuando Lucía no contaba aún sino ocho años de edad. Tenía esta dama una hija de la misma edad que Lucía.
Yo también estuve a punto de dejarme arrastrar por el criminal deseo de mutilar o destruir a un semejante. Fue en 1820. ¿Y qué hice, señores míos? Pues darle toda clase de excusas. De excusas, sí, y me jacto mucho de ello, y con tanto más motivo cuanto que toda la razón estaba de mi parte. ¿No habéis leído, por ventura, las admirables páginas de Rousseau contra el duelo?
Si no hay algo, la conciencia de la identidad numérica es absurda: si hay algo, queda demostrada la substancialidad del alma. Difícilmente se puede hacer una confesion mas ingenua y concluyente para destruir los argumentos del filósofo aleman.
Pero no es raro tampoco que, cuando desarrolla un plan dramático, con su acción dirigida á un fin determinado, se le antoja de repente abandonarlo y destruir por completo con sus manos lo mismo que había edificado.
Niños, alzad las inocentes palmas Y ardan en entusiasmo vuestras almas Honrando á la virtud, Que niños cual vosotros vuestros padres Descendieron del seno de sus madres Para destruir la dura esclavitud.
Sin embargo, esto sería destruir una de las bases más firmes de la sociedad; la moral desaparecería. Por lo tanto, hemos de mantener el criterio tradicional: las plantas, unas son buenas y otras son malas. Las hay también que, como muchos hombres, viven a costa del prójimo; es decir, son explotadoras, lo cual sucede, por ejemplo, con las orobancas, que crecen sobre ajenas raíces.
Después de haber perdido la tripulación, asesinada por los antropófagos de la costa australiana; después de haber visto destruír los depósitos de olutarias, que representaban para ellos y para el armador de Timor una verdadera fortuna, y de escapar milagrosamente de las manos de aquellos feroces salvajes, se encontraban en inminente peligro de hundirse para siempre en el mar.
No solamente se ha servido de redes que tamizan la masa líquida y aprisionan todos los seres que la pueblan, sino que ha recurrido también al veneno para destruir de una sola vez grandes multitudes y hacer una última captura más abundante que las anteriores.
18 Y Lot les dijo: No, yo os ruego, señores míos; 21 Y le respondió: He aquí he recibido también tu súplica sobre esto, para no destruir la ciudad de que has hablado. 22 Date prisa, escápate allá; porque no podré hacer nada hasta que hayas llegado allá. Por esto fue llamado el nombre de la ciudad, Zoar. 23 El sol salía sobre la tierra, cuando Lot llegó a Zoar.
Palabra del Dia
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