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Pudo ver entonces con dimensiones agrandadas, casi del tamaño de un hombre de su especie, á este pigmeo tan interesante para él. Era, efectivamente, un Edwin Gillespie igual al que meses antes vivía en California, pero grotescamente disfrazado con vestiduras femeniles.

El Neblí besó por primera vez las saladas aguas, en las que acarician las playas de California. En uno de sus viajes dió fondo en las revueltas ondas de Bilbao, en donde fué comprado por una casa española, la cual desde aquel momento lo dedicó á la carrera de Filipinas. Barco alguno ha rendido viajes tan rápidos como el Neblí.

Quiere usted decir mi madrastra; ya sabe usted que no era mi madre interpuso Carolina con viveza. Quise decir su madrastra dijo gravemente. Nunca he tenido el gusto de encontrarme con su madre de usted. No; hace doce años que mamá no ha estado en California.

Miguel pensó en un fruto de California esplendoroso y dorado, con un perfume intenso de dulce savia. Vaciló interiormente mientras sostenía la mirada de aquellos ojos negros, invitadores y dominantes, seguros de su poder... ¡Pero no! Se acordaba de varios hombres que le eran antipáticos y según la pública murmuración le habían precedido.

Y también diré que los madrileños y los que en Madrid habitualmente vivimos, no ignoramos ni desdeñamos, como tal vez hace treinta o cuarenta años, lo que en Barcelona se escribe y se publica, aunque sea en catalán o en francés y no en el idioma castellano, que prevalece desde hace cuatro siglos como idioma nacional, español por excelencia, que se extiende desde California al estrecho de Magallanes, y que se habla y se escribe, no sólo en esta Península y en las islas que son aún sus posesiones, sino también en dieciséis o diecisiete Repúblicas o Estados independientes.

Las palabras de ella también alarmaban á Robledo. Nunca había estado en América, y sin embargo, una tarde, en un del Ritz, le habló de su paso por San Francisco de California, cuando era niña. Otras veces dejaba rodar aturdidamente en el curso de su conversación nombres de ciudades remotas ó de personajes de fama universal, como si los conociese mucho.

Por allí pasa el inmenso comercio de tránsito que se dirige a las costas occidentales de Colombia: al Perú, al Ecuador, a Chile, a California y a numerosas islas del Pacífico. Por allí pasan también los retornos, los minerales de Chile y California, los azúcares, guanos y salitres del Perú, las taguas del Ecuador, los escasos productos colombianos que encuentran salida por Buenaventura.

Hace siglos, la gente de empuje iba al Perú; ayer soñaba la humanidad con los tesoros de California, y allá corrían en masa los hombres de aventura; hoy empieza a mezclarse con el esplendor de los Estados Unidos la irradiación que surge de una nueva ciudad-esperanza: Buenos Aires.

Algunas noches los dos ingenieros hablaban de su propia existencia. Watson tenía poco que contar. Educado en California, había empezado su vida profesional en las minas de plata de Méjico, donde aprendió el español, continuándola después en las del Perú. Finalmente había pasado á Buenos Aires, conociendo en esta ciudad á Robledo y asociándose á él para la empresa de Río Negro.

Ah-Fe trepaba por la larga colina de la calle de California, barrida por el viento; no se sentía la temperatura ni se distinguía el color en la tierra ni en el cielo; ni luz al exterior ni sombra por el interior de los edificios, sólo un tinte gris, monótono, universal, que se cernía por todas partes.