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Ellos sirven de diversión en las convulsiones y estertores de la agonía; derraman por la arena su sangre y sus entrañas; se pisan al andar el redaño y los sueltos intestinos, y andan, no obstante, a fuerza de los espolazos del picador y en virtud de los palos que sacude en sus descarnados lomos un fiero ganapán, quien innoble y grotescamente va por detrás dando aquella paliza, a fin de aumentar el dolor y sacar del dolor un resto de movimiento y de energía en un ser moribundo, que, si no tiene pensamiento, tiene nervios y siente como nosotros.

La guerra se mostró á los ojos de Desnoyers con toda su cruel fealdad. Había hablado de ella hasta entonces como hablamos de la muerte en plena salud, sabiendo que existe y que es horrible, pero viéndola tan lejos... ¡tan lejos! que no infunde una verdadera emoción. Las explosiones de los obuses acompañaban su brutalidad destructora con una burla feroz, desfigurando grotescamente el cuerpo humano.

Aresti, en sus visitas de médico, había conocido los barrios altos de la villa, el albergue de las servidoras de la prostitución. Todas eran pequeñas, flacas, de rostro aniñado, con el raquitismo de la miseria. Las había de treinta y cinco años, que se presentaban con la falda corta, la trenza en la espalda, imitando grotescamente el ceceo de la infancia. Era el género más solicitado.

En torno de la mesa brillaban dos filas de esferas craneales sonrosadas ó morenas. Las orejas sobresalían grotescamente; las mandíbulas se marcaban con el óseo relieve del enflaquecimiento. Algunos habían conservado el mostacho enhiesto, á la moda del emperador; los más iban afeitados ó con bigotes cortos en forma de cepillo.

Mírela usted decía señalando á la imagen. ¡Qué hermosa es! ¡Y qué bien le sienta la corona!... Aresti miraba la imagen, el «fetiche bizkaitarra», como decía él en sus cenas con los amigos de Gallarta, y la encontraba grotescamente fea, como todas las imágenes españolas que son famosas y hacen milagros.

Se ornaban los pechos de las señoras con estas chucherías brillantes; la solapa de todo smoking lucía como una condecoración la banderita nacional del portador. Cubríanse las cabezas con los gorros de papel de seda, crestas de aves, mitras asiáticas, sombreros de clown, que contrastaban grotescamente con el gesto ávido de los comilones.

Y Andresito sonreía, embelesado por la gracia con que el bebé le hablaba, ahuecando la voz para imitar grotescamente el tono de sus poesías y acompañando sus palabras con gestos de píllete. ¡Oh, qué criatura! Había que creerla y él se lo tragaba todo a ojos cerrados, incluso la afirmación de que sus relaciones con el teniente sólo fueron para aumentar sus rabietas. Pero ¿no vienen ustedes?

Ciertos viejos de aire magistral batían palmas ante un grupo de diablillos color de chocolate con pinceles de pelos sobre las orejas, que aprendían a bailar, moviendo grotescamente los pies y los brazos, agitando su panza con salvajes contorsiones.

Su abultado seno trepidaba saltando, como vejiga de payaso. Todo es de la señora, , ... dijo grotescamente López queriendo tornar en burlas afirmación que tanto le humillaba . Después hablaremos de eso; pero ahora, dígame la reina por qué estaban aquí otra vez los sacripantes negros. Porque yo les llamó ¿estamos?... porque me gusta el sermón y quise dar para las ánimas.

El presidente, que parecía furioso por haber estornudado grotescamente en presencia del jefe de la oposición, se apresuró á ordenar que se llevaran el cofre y arrojasen su contenido fuera del puerto, como nocivo para la salud pública y la tranquilidad de la patria.