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Actualizado: 1 de junio de 2025
Se arrepintió de su falta de fe en los primeros momentos, al recibir la noticia de la herida. Casi había creído que su hijo podía morir. ¡Un absurdo!... A Julio no había quien lo matase: se lo afirmaba el corazón. Le vió entrar un día en su casa, entre gritos y espasmos de las mujeres. La pobre doña Luisa lloraba abrazada á él, colgándose de su cuello con estertores de emoción.
Hasta los himnos a la hermosura de la mujer tienen sangre y bravatas.... Y ésta es la música que divierte al pueblo en sus momentos de expansión y la que seguirá «alegrándole» tal vez durante siglos.... Somos un pueblo triste, Gabriel: lo llevamos en la médula; no sabemos cantar si no es amenazando o llorando, y la canción es más hermosa cuando tiene más suspiros, hipos dolorosos y estertores de agonía.
Comenzó a reír el viejo, echando atrás la silla para que su vientre estremecido por la ruidosa carcajada, no chocase con el borde de la mesa. ¿También tú la has visto? dijo entre los estertores de su risa. Pues señor, ¡que ciudad esta! Llegó anteayer, y todos la han visto ya, y no hablan de otra cosa. Tú eres el único que faltaba a preguntarme... ¡Jo! ¡jo! ¡jo! ¡Pero qué ciudad esta!
Pausas, grandes pausas, notas largas, estertores musicales, lloriqueos de almas rotas, fusión de cosas amargas, y entre el lloro de las notas lamentables y solemnes, melancólicas y graves, un olor a flores mustias, un vuelo de negras aves cantando en el aire gélido la canción de las angustias. Pausas, grandes pausas.
La honorable sociedad contemplaba el espectáculo con un sentimentalismo alcohólico que agolpó lágrimas en los ojos. Las damas apoyaban con desmayo poético sus cabezas rubias en el hombro más próximo. Una rompió a llorar con estertores histéricos. «La luna... la luna», murmuraba cada uno en su idioma.
Fué inclinándose el vapor de un modo alarmante, mientras los hombres obedecían esta orden sin perder su serenidad. Una trepidación desesperada conmovió la cubierta. Eran las máquinas, que lanzaban estertores agónicos, al mismo tiempo que huía por la chimenea un torrente de humo denso como tinta. Los fogoneros volvieron á la luz con los ojos dilatados por el espanto sobre sus caras negruzcas.
Fernando vio los estertores de su pecho y sintió en su cuello el contacto de una lágrima.
Ellos sirven de diversión en las convulsiones y estertores de la agonía; derraman por la arena su sangre y sus entrañas; se pisan al andar el redaño y los sueltos intestinos, y andan, no obstante, a fuerza de los espolazos del picador y en virtud de los palos que sacude en sus descarnados lomos un fiero ganapán, quien innoble y grotescamente va por detrás dando aquella paliza, a fin de aumentar el dolor y sacar del dolor un resto de movimiento y de energía en un ser moribundo, que, si no tiene pensamiento, tiene nervios y siente como nosotros.
Se había contaminado al curar las heridas de un moribundo perdido durante tres días en el fondo de un embudo de tierra abierto por el estallido de un proyectil enorme. Su agonía duró cuarenta y ocho horas, ennegreciéndose lentamente con la expansión de la sangre envenenada, aullando entre nerviosos estertores, doblándose como un arco sobre la cabeza y los pies, que se clavaban en el lecho.
Se ahogaba; su pecho agitábase con los estertores de una tos cavernosa. El maestro de capilla se aproximó a él alarmado. No hay que asustarse dijo Luna reponiéndose . Es lo de todos los días. Estoy enfermo y no debía hablar tanto. Además, estas cosas me excitan.
Palabra del Dia
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