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Ves esos individuos, ¿qué hacen? pasar el tiempo lo mejor posible. ¿Ves aquel que lleva una esportilla? ¿qué ha hecho en la media hora que llevamos aquí? casi nada. ¿Qué ha hecho aquel otro que tiene por toda herramienta de trabajo una caña afilada? remover dos puñados de tierra y levantar un poco de polvo. ¿En qué se han ocupado aquellos otros, que no tienen herramienta alguna? en extender con los pies un poco de arena. ¿Es esto trabajo, es esto beneficio?

En esto entró la devota. Elías andaba por allí cerca. ¡Qué dirán si llevamos con nosotras á ese joven!... continuó Paz. ¿A ese joven? ... repitió Paulita. : ¿qué dirán? ¡Jesús! exclamó Salomé. Nada dirán manifestó la devota, mirando para otro lado. Es un servidor, un caballero que nos acompaña. Y, sobre todo, el mal está en las intenciones, no en las apariencias. ¿Qué pueden decir?

¡Lo que viene con nosotros, Ojeda!... ¡Y yo, infeliz, que en otros tiempos admiraba las tiendas de la calle Mayor en vísperas de Navidad!... ¡Lo que comemos y bebemos durante el viaje! ¿Sabe usted cuánta cerveza llevamos con nosotros? Mil doscientos toneles. Eso se dice con facilidad, pero hay que verlo... ¿Sabe cuánto vino? Doce mil botellas. También se dice esta cifra con facilidad...

Pero los cambios violentos de ambiente resucitan las personalidades dormidas que todos llevamos dentro, como recuerdo de nuestros antepasados, en torno de una personalidad central y despierta, que es la única que ha existido hasta entonces. El mundo estaba en guerra. Los hombres de media Europa chocaban con los de la otra media en los campos de batalla.

Este mundo es un valle de lágrimas, pero la vida del hombre es pasajera, y «algo divino llevamos aquí dentro». No hay grandes caracteres, ni almas grandes, sino a condición de ser templadas en el fuego del dolor. Sin él, ¿qué seria el hombre? Algo así como la planta que vive y muere sin darse cuenta de su existencia; algo como la piedra que reposa en la cantera o rueda en el camino.

Uno dellos le respondió: -Señor, nosotros somos dos capitanes de infantería española; tenemos nuestras compañías en Nápoles y vamos a embarcarnos en cuatro galeras, que dicen están en Barcelona con orden de pasar a Sicilia; llevamos hasta docientos o trecientos escudos, con que, a nuestro parecer, vamos ricos y contentos, pues la estrecheza ordinaria de los soldados no permite mayores tesoros.

Estos grandes centros no son otra cosa que hornos de fundicion social, donde se depuran las creaciones que hacen falta al mundo: no son centros de dicha; son talleres de necesidad. Estas ciudades hacen lo que la mujer cuando nos inspira fuertes pasiones: pasiones que sirven para purgar con fuego la escoria que llevamos en el corazon.

Te amo, Sagrario; somos dos fugitivos de la sociedad que deben hacer su camino juntos; a me detestan por peligroso; a ti te desprecian por impura: la desgracia nos empuja. Nuestros cuerpos están envenenados, llevamos las heridas del vencido; pero antes de morir alegremos nuestra existencia con el amor; pidamos rosas, como la pobre Lucy.

Si no llevamos estas cualidades á un alto grado de escrupulosidad, nos acontecerá con frecuencia el sustituir á la realidad las combinaciones de nuestra mente.

Nácar de luna que en los cielos, riela, oriflama brillante sobre el mar, nieve en la cima que el calor deshiela, pebetero encendido ante el altar, presto a los caminantes mi consuelo, acompañando a y a Caridad; las tres llevamos por camino el cielo, formando una gloriosa trinidad.