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Traed un martillo. Alguien fué por el martillo. ¡Eh, vosotros! volvió a gritar Tristán ; os advierto que estamos armados, que somos dueños de la Santa Bárbara, y que hay tres toneles de pólvora. No os atacamos porque no queremos hacer una matanza inútil; pero tened en cuenta que podemos hacer saltar el barco. La amenaza hizo su efecto.

En 1557, Julianillo Hernández llegaba á Sevilla: con su carga, había atravesado la península entera sin que ni justicia ni persona alguna sospechase que en aquellos dos toneles iban las armas más poderosas contra la religión del Estado, y que tanto efecto iban á producir.

Con la experiencia de lo acontecido á la nao Santa María quiso D. Cristóbal llevar bajeles de menor porte en este viaje que había de ser de exploración por las costa de Tierra-firme y, según refiere el P. Las Casas, compró cuatro navíos de gavia á propósito, el mayor de los cuales no pasaba de 70 toneles ni el menor de 50 bajaba.

Y como si temiese hablar demasiado y que alguien le espiase, se despidió apresuradamente de Fermín, volviendo al lado de los trabajadores que golpeaban los toneles. Montenegro siguió adelante, entrando en la principal bodega de la casa, donde se guardaban las soleras antiguas y envejecían los vinos de crianza.

A este efecto, disfrazóse perfectamente de arriero, y previniendo dos grandes toneles, fabricados de intento, los llenó con los numerosos volúmenes adquiridos, emprendiendo su viaje de regreso.

Querría bañar sus miembros en ese soplo abrasado, querría vaciar todos los cálices si hubiera dentro de ellos algo que pudiera beberse. En el molino ha cesado el trabajo un poco antes de lo acostumbrado; los mozos quieren ir a la aldea a festejar San Juan. Van a bailar, a quemar toneles de alquitrán, a hacer los locos mientras tengan fuerzas. Gertrudis suspira. ¡Quién pudiera ir también!

Dentro de la tienda un mostrador de cinc, toneles y botellas, mesas redondas con taburetes de madera, y en los muros numerosas estampas de colores representando toreros célebres y los lances más salientes de la lidia. Tomaremos unos «chatos» de Montilla dijo el Pescadero llamando a un joven que estaba tras el mostrador y sonreía al ver a Gallardo.

Todas las tonalidades del ámbar, desde el gris suave al amarillo pálido, brillaban en aquellos líquidos densos a la vista como el aceite, pero de una transparencia nítida. Un lejano perfume exótico, que hacía pensar en flores fantásticas de un mundo sobrenatural donde fuese eterna la existencia, emanaba de estos líquidos extraídos del misterio de los toneles.

En la plaza del pueblo se había instalado una música al aire libre y las gentes del país saltaban sobre el césped á la luz de unos faroles á la veneciana colocados por el tendero. La señorita Guichard había enviado algunos toneles de vino para que refrescasen los bailarines, y estos diversos atractivos hacían que se agrupase delante de la verja una gran multitud.

Ferragut salió despedido como un proyectil, cayendo en los espumosos remolinos, y al caer tuvo la percepción de que rodaban igualmente, llovidos en el mar, hombres y toneles. Vió blancuras burbujeantes y simas negras. Se sintió empujado por fuerzas contradictorias. Unas tiraban de su cabeza y otras de sus pies en sentido inverso, haciéndole voltear como la saeta de un reloj.