United States or Curaçao ? Vote for the TOP Country of the Week !


Su cara, de perfil, me mostraba unos labios entreabiertos sobre admirables dientes y su persona emanaba un perfume de heliotropo que se me subía á la cabeza. Al cabo de un instante pasé el brazo al rededor de su talle, la atraje hacia y, sin ninguna resistencia, aquella mujer fué mía. Á partir de ese momento tomé la firme resolución de dejar á Lea.

De esta necesidad de amor previo emanaba la insistencia con que Maximiliano le preguntaba a su ídolo si le quería ya algo, si le iba queriendo.

Pretendí formar una idea exacta acerca del sentimiento que me inspiraba: al recordar su mirada, opaca, llena de una vida ardiente, su sonrisa triste, amarga en medio de su resignación, sus encantos uno por uno, y después el magnífico conjunto de aquellos detalles admirables: el no qué misterioso, vago, indefinible que emanaba de sus miradas, de su sonrisa, de su acento, de su actitud, de todo su ser, de su alma exhalada siempre en una manifestación sentida, dulce, extremadamente simpática, mi corazón me decía inflamado de un ardor desconocido para : Necesito que sea mía, enteramente mía.

Juan, al lado de Bertrán y Huberto, reclamos vivientes de sus sastres, parecía un hijo del pueblo, de ese pueblo que es carne y sangre de la nación, y se destacaba entre aquellos dos jóvenes incoloros pero selectos. De toda su persona, tallada vigorosamente, emanaba como una promesa de protección física o moral; su aspecto confortaba, y su fisonomía inspiraba confianza.

Un ambiente de perfumes ingleses suaves y vagorosos, esparcidos con profusión, emanaba de sus ropas y de las ondulaciones de su cabello negro y brillante, que Gallardo se atusaba sobre las sienes, adoptando una postura triunfadora ante la femenil curiosidad. Para torero no estaba mal. Sentíase satisfecho de su persona. ¡Otro más distinguido y con mayor «ángel» para las mujeres!...

Pero se contuvo á tiempo, y siguió aquel papel de enamorado que no le era difícil representar, porque además de ser hermosa Dorotea, estaba embellecida por una sobreexcitación profunda, dominada por el no qué misterioso que emanaba para ella de Juan Montiño. Podía decirse que Dorotea estaba enamorada, sorprendida en eso que se llama cuarto de hora de la mujer, por el joven, dominada por él.

Indudablemente yo estaba enamorado de remate y divinizaba todo lo que pertenecía a Amparo; todo lo que emanaba de ella. Pero yo iba preparado, y tuve bastante fuerza de voluntad para no mostrarme ni más ni menos interesado por ella que como lo estaba seis años antes.

Entendía que me vería mejor transformado, con un brillo más vivo para ennoblecer mi posición. Todo se mezclaba así entre los estímulos que me aguijoneaban. El encarnizado recuerdo de Magdalena zumbaba en el fondo de mis ambiciones y momentos había en que no me era dado distinguir en mis prematuros ensueños de poderío, lo que emanaba del filántropo y lo que procedía del enamorado.

Entonces, con el alma angustiada por un dolor nuevo, Juan vagó al azar por las avenidas. Para él, todo lo que emanaba de María Teresa era grave y razonado; de manera que, lo que acababa de decir, debía ser definitivo, estaba seguro.

Y él se salió a la calle: repitiendo: «¡Gran mujer, gran mujer!». ¡Falsificación! ¡Profanación de aquella santa escritura de la cual emanaba el más santo de los derechos!