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Estos elogios prematuros le perdieron. El artista cuyos límites se perciben pronto encuentra fácil y llano el camino: las puertas se le abren, las bocas le sonríen. Mas ¡ay! aquel cuyo alcance no se mide de golpe eternamente tropezará con la desconfianza y la aversión de sus émulos.

El sol quema en esos parajes y el manzanillo incita con su sombra voluptuosa, cargada de perfumes. Los jóvenes yanquis se acogieron a ella, unos por ignorancia de sus efectos funestos, otros porque, en su calidad de hombres positivos, creían puramente legendaria la reputación del árbol. No sólo durmieron a su sombra, sino que aspiraron sus flores y comieron sus frutos prematuros.

Hace activa vida social: viste con elegancia; usa atavíos de colores discretos; conversa con soltura y cierta abundancia, que se le pegó, sin duda, del malogrado orador; y pasa, en fin, entre las niñas, por otra más experimentada, gozando entre las matronas de aquella tierna simpatía que merecen siempre los infortunios prematuros. Resumen de todo lo dicho: es muy simpática la viuda de Esquilón.

Ahora está escribiendo un libro serio, como él dice, el cual debe servirle de escalón para subir a la Cámara de Diputados. Afectadamente descuidado en su traje, grave, circunspecto, económico en demasía, viene a ser una fruta imperfecta de ese invernáculo de hombres públicos, que cría productos prematuros, sin primavera, sin brisas animadoras y sin aire libre; frutos sin sabor ni perfume.

Eran prematuros en ella los noviazgos, no contando más que veinticuatro años de edad. En cuanto a la idea de que pudiera contraer matrimonio una criatura tan tierna y tan informal, la misma sonrisa de sorpresa y desdén contraía los labios de las tres hermanas mayores.

Entendía que me vería mejor transformado, con un brillo más vivo para ennoblecer mi posición. Todo se mezclaba así entre los estímulos que me aguijoneaban. El encarnizado recuerdo de Magdalena zumbaba en el fondo de mis ambiciones y momentos había en que no me era dado distinguir en mis prematuros ensueños de poderío, lo que emanaba del filántropo y lo que procedía del enamorado.

Buscaba impresión lejana de ellas, en la fisonomía de aquel agonizante secular, sobre sus grandes rasgos cuyo pálido relieve se dibujaba en la sombra, como el de una máscara de yeso, y sólo veía en ellos la gravedad y el reposo prematuros de la tumba. Por intervalos me aproximaba á la cabecera, para asegurarme si el soplo vital movía aún aquel pecho destruido.