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Actualizado: 24 de septiembre de 2024
Ayer en la noche, cerca de las nueve, me hallaba yo de codos en mi ventana abierta, cuando fuí sorprendido por una débil luz que se aproximaba á mi habitación á través de los sombríos caminos del parque, y en una dirección que no acostumbran traer las gentes del castillo. Un instante después llamaron á mi puerta, y la señorita de Porhoet entró jadeando. Primo me dijo tengo que hablar á usted.
Desde lo alto del Goethe, inmóvil como una isla, parecían insignificantes las ondulaciones que venían a chocar contra sus costados; pero al mirar la luz que se aproximaba titubeante, algunas mujeres daban gritos de angustia.
Penetraba solo en el interior de los bosques, bajo la sombra misteriosa de las encinas; se aproximaba confiadamente á la gruta sagrada y con su sola presencia, al agua pura de la cascada, con su ropaje bordado de espuma y el flotante velo de vapor, irisado, adquiría la forma de una mujer hermosa y le sonreía con amor.
Cada vez que huían sus ojos del papel, encontraban una sombra en la ventana. Era Nélida que se aproximaba con su sonrisa audaz, sin miedo a la curiosidad de las gentes. Tosía para indicar su impaciencia; movía los labios, adivinándose en ellos las mudas palabras de admirativa pasión: «¡Dueño mío... viejo... mi negro!». Inútiles estos llamamientos.
Vieron todos que se le descomponían horrorosamente las facciones, los ojos se le salían del casco, la boca se aproximaba a una de las orejas... Alzó los brazos, exhaló un ¡ay! angustioso, y se desplomó de golpe. A la caída de su cuerpo se estremeció de arriba abajo toda la endeble escalera. Subiéronle entre cuatro a la casa para prestarle socorro, que ya no necesitaba el infeliz.
Sentía la misma tristeza de Sigmundo en la cabaña de Hunding. Sin familia, sin hogar, errante, buscaba algo en que apoyarse, algo que estrechar cariñosamente, y sin darse cuenta de sus movimientos, era ella la que se aproximaba a Rafael, la que había puesto una mano entre las suyas. Estaba enferma.
Se aproximaba ya la hora del almuerzo y se disponían a levantar el vuelo de aquel delicioso sitio cuando Visita percibió un leve ruido a su espalda. ¿Quién anda ahí? preguntó a Cirilo. Una pobre mujer respondió éste. ¿Qué hace? Me parece que anda recogiendo plantas. En efecto, con una raída navajita aquella mujer iba cortando cardillos y guardándolos en una falda.
Un ser viviente había surgido entre las piedras de la tumba, y avanzaba hacia él arrastrándose. Esta manera de moverse no le pareció extraordinaria. También él vivía en este momento á ras de tierra. Como le era imposible levantar su cabeza del suelo, oyó cómo se aproximaba aquel ser viviente, pero sin poder verlo.
La Mariposa hablaba de su nieto a todo el barrio, augurando que algún día le verían entre los mandones; el Mosco reconocía en Isidro un talento que se aproximaba al de sus grandes ídolos; el señor Manolo el Federal lamentábase, a sus espaldas, de que un muchacho de tanto mérito no se inscribiese en el censo del partido.
Se aproximaba a la mesa de té, donde el lunch estaba preparado, y exacerbada de ver a Diana inmóvil en su puesto de observación, la llamó: Ven a ayudarme un poco, en vez de escudriñar la calle. ¿Ha regresado tu hermano? Sí, anteayer. ¿Y está contento de su viaje a Austria? Parece que no tardó en plantar en el camino al estudioso Juan.
Palabra del Dia
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