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Á medida que á ella me aproximaba, iba desconociendo más y más el terreno, hallándole descarnado en muchos sitios, revuelto en otros, poblado de trabajadores y cruzado por zanjas, trainwais y túneles á cada instante.

Tenía que hacer prodigios de economía en la nueva existencia que llevaba con su padre en aquella casucha. Y encima de las estrecheces y preocupaciones de la miseria, había de sufrir el reproche mudo de los ojos de su padre, el rezo de maldiciones sordas con que parecía azotarla cada vez que se aproximaba, arrancándolo de sus reflexiones.

»Mas yo advertía una cosa; cuando Amaury y Antoñita me acompañaban cerca de Magdalena, ésta parecía inquieta; miraba alternativamente al uno y al otro como si quisiera sorprender sus miradas y sus gestos, y como casi siempre tenía su mano en la mía, sin que ella se diese cuenta, yo sentía en su pulso latir los celos. »Si se le aproximaba uno solo de los dos, volvía el pulso a su estado normal.

Los libros que sucesivamente iba poniendo delante de los ojos no le interesaban: las cuartillas permanecían en blanco a pesar de sus esfuerzos desesperados para llenarlas. Cuando se aproximaba la hora del almuerzo se encaminó a las habitaciones de sus tíos con ánimo de hablar con ellos acerca del asunto que le preocupaba.

Pero el 10 de Agosto se aproximaba, se le sentía venir. Sabíase de antemano que el fuerte de las Tullerías sería atacado, que los días del rey correrían peligro; que la Constitución de 1791, pacto provisional de conciliación lo que debía ser más tarde: un refugio contra las derribado o elevarse triunfante entre ríos de sangre.

Como se aproximaba la noche y nada tenía resuelto, fue a pedir consejo al viejo de la barraca inmediata, un carcamal que sólo servía para segar brozas en las sendas, pero de quien se decía que en la juventud había puesto más de dos a pudrir tierra. Le escuchó el viejo con los ojos fijos en el grueso cigarro que liaban sus manos temblorosas cubiertas de caspa.

Buscaba impresión lejana de ellas, en la fisonomía de aquel agonizante secular, sobre sus grandes rasgos cuyo pálido relieve se dibujaba en la sombra, como el de una máscara de yeso, y sólo veía en ellos la gravedad y el reposo prematuros de la tumba. Por intervalos me aproximaba á la cabecera, para asegurarme si el soplo vital movía aún aquel pecho destruido.

También se aproximaba a las manifestaciones de pura imaginación por un esfuerzo de tensión de su espíritu, en contacto siempre con todo lo que el mundo de las ideas contiene de mejor y más bello y rayaba en lo patético por el perfecto conocimiento de las asperezas de la vida y por la devorante ambición de alcanzar legítimas satisfacciones, aunque ello fuese a trueque de mucho luchar.

Deseaba contemplar de cerca a sus enemigos, aplastarlos con su triunfo, gozarse en su aspecto de confusa sumisión. Y conforme se aproximaba la solemnidad religiosa, temblaban muchos canónigos, pensando en la mirada dura y soberbia que clavaría en ellos el iracundo prelado. Gabriel prestaba escasa atención a las preocupaciones del mundo clerical. Llevaba una vida extraña.

Fortunata iba a responder algo; pero la campanilla anunció que se aproximaba doña Lupe. Cuando esta penetró en la sala, ya sabía por Papitos quién estaba allí. ¿En dónde está esa loca? entró diciendo . ¡Pero qué oscuridad! No veo gota. Mauricia... Aquí estoy, mi señora doña Lupe. Ya nos podían traer una luz.