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Actualizado: 24 de junio de 2025
Salieron nuevos jinetes, y otra vez se repitió el repugnante espectáculo. Apenas se aproximaba el picador con la garrocha por delante, ladeando el jaco para que el ojo vendado no le permitiese ver a la fiera, era instantáneo el choque y la caída.
Juan no supo contestar, porque tampoco él sabía de dónde diablos salían las chufas. Valencia se aproximaba ya. En el vagón entraron algunas personas; pero los esposos no dejaron la ventanilla. A ratos se veía el mar, tan azul, tan azul, que la retina padecía el engaño de ver verde el cielo.
Por los mismos días ocurrieron sucesos a los cuales el digno artista era completamente extraño; mas por este motivo mismo no deben ser aquí olvidados. Y fue que cuando se aproximaba el día señalado para devolver a Torres su dinero, estaba Rosalía tan cabizbaja, que se podría creer, viéndola, que le habían robado algo o inferido alguna descomunal ofensa.
Los juegos con que se mataba el tiempo en aquella reunión al aire libre, eran poco variados: esconder un objeto para que uno de ellos lo hallase, mientras los demás cantaban, unas veces suave y otras fuerte, según se alejaba o aproximaba a él: adivinar quién era la persona cuyo retrato fuesen trazando de palabra los presentes: correr el florón por la cuerda.... Este juego del florón era el que más agradaba a Miguel: de él conservó toda su vida un recuerdo vivo y placentero.
Pronto divisé un grupo de niñas de su misma edad que se aproximaba; en el centro venía una completamente enlutada, morenita, con grandes ojos negros y profundos que debía de ser la causante de los temores de Asunción. Luisa se levantó a recibirlas y echó una carrerita para cambiar con ellas buena partida de besos cuyo rumor llegó hasta mis oídos. Asunción no se movió.
Á todo esto se aproximaba el fin del año 1596, no habiendo pasado de buenas palabras las ofertas de honras y beneficios; Antonio Pérez no era todavía Caballero del Espíritu Santo, ni Obispo, ni más que pensionado con demoras é intermitencias, sin que la táctica de lamentaciones y amenazas de buscar nuevo amo, seguida siempre que las circunstancias la recomendaban, diera el apetecido resultado.
De pie en la acera, meditabundo, enfrente del silencioso edificio, míster Robert pensaba que no es otro el destino del trabajo honrado, en lucha abierta con el agio: el interés los une en apretada cadena, y es tal la solidez de sus eslabones, y tal el engranaje de la máquina, que el que cae, arrastra a los demás que le siguen, envolviendo a todos en la propia ruina. ¿Y las fatigas y los desvelos del que sembró su semilla, cuidó su germinación, se recreó en la florescencia y se preparó a recoger el fruto apetecido? ¡Quién sabe! él era de los que van poco a poco, por la recta de la honradez, enemigo de las curvas del mercantilismo, y quizá en el nublado que se aproximaba, cayera también, víctima inocente de ajenos errores. ¿Qué sería entonces de su pobre familia? ¿sembraría nueva semilla, sin temor de que las bestias del vecino pisotearan su sembrado y le arruinaran una vez más?
Estaba á esta hora vigilando el hervor del caldero, para que sus acompañantes no metiesen en la sopa las lanzas con que extraían los peces, y vió cómo un hombre de los que iban vestidos con túnica y velos se aproximaba lentamente á él. Sus ropas eran pobres, remendadas y algo sucias.
Apareció Nélida en la puerta del fumadero, mirando hacia el lugar donde estaban los dos amigos. Al ver a Ojeda inmóvil en su sillón, movió la cabeza con gesto aprobativo. Muy bien. Así le quería: obediente. Mientras ella se aproximaba, Isidro se marchó. Hasta luego... Comprendo que estorbo. ¡Buena suerte!
Sánchez Morueta, resucitado á la juventud después de su triunfo en los negocios, sufría un desencanto cada vez que se aproximaba á su mujer con delicadezas ó arrebatos de enamorado. Cristina le miraba con enojo, como si este cariño extremado la ofendiera, colocándola al nivel de las vendedoras de amor.
Palabra del Dia
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