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Ambos, callados y taciturnos, contemplaron largamente la hoguera que Linón atizaba pausadamente. Pero la morenita concluyó por impacientarse de este silencio. ¿Por qué no bailas, Jacinto? Porque á sólo me apetece bailar contigo. Pues entonces puedes sentarte y esperar, porque va para largo. ¿No me quieres por pareja? , pero más tarde... el día en que principies á afeitarte.

¡Mejor que mejor! ¿No has oído cantar á los ciegos esta copla: Morena tiene que ser la tierra para claveles, y la mujer para el hombre morenita y con desdenes? Y riendo como una loca se puso á charlar con su amiga Demetria, dejando al buen Jacinto afligido y hechizado al mismo tiempo. Las horas se iban deslizando. Algunas familias de Canzana comenzaron á desfilar.

No se necesita estar ajumao para decir que es usted preciosa... pero no puedo sentarme porque me aguardan. Otro día será... Hasta la vista, prenda manifestó Uceda con la misma sonrisa contraída, alejándose. La morenita quedó inmóvil mirándole, y cuando ya estaba lejos exclamó con acento donde se traslucía el despecho: ¡Vaya usté con Dios!

Mas no se crea que a nuestro joven se le daba un ardite de la morenita. La prueba de ello es que en toda la semana volvía a acordarse de su figura ni del santo de su nombre. Creía estar a demasiada altura en achaques de amor para ir a enamorarse en un dos por tres de una muchacha morena que enciende un hacha de cera en misa.

Sonríen ellas, se hacen las melindrosas; insisten ellos y á pesar de su fuerza indomable se muestran ruborosos y humildes como niños. Jacinto se acerca á Flora. Su rostro aún está contraído, sus manos tiemblan, todo su cuerpo manifiesta extraña agitación. ¿Qué mosca te ha picado, Jacinto? le pregunta la linda morenita mirándole con una risa maliciosa.

La abuela tiene dificultad para andar y me confía con placer a esas señoras que me acogen siempre con gran amabilidad. Genoveva y Petra son, como Francisca, de mis más antiguas amigas, y, como yo, son aiglemontesas de nacimiento. Genoveva nuestra decana, frisa en los veintiocho años. Es una morenita delgada y esbelta, de facciones acentuadas y dulces al mismo tiempo.

¡Había de marchar sin decirle adiós, señor!... ¿Qué idea tiene de ? exclamó la zalamera morenita anudando sobre la cabeza su pañolito de seda encarnada y retocándose los rizos frente á un espejillo mal azogado. Has de decirle á tu abuelo que si uno de los molares está casi inútil, como me mandó á decir, puede renovarlo y que me lo ponga en cuenta.

La graciosa morenita, que ríe a carcajadas y se zarandea y se mueve come si estuviera hecha de rabillos de lagartijas, es la muy ponderada ninfa gaditana, conocida ya en gran parte del mundo, con el extraño apodo que su compañera le ha dado.

Pronto divisé un grupo de niñas de su misma edad que se aproximaba; en el centro venía una completamente enlutada, morenita, con grandes ojos negros y profundos que debía de ser la causante de los temores de Asunción. Luisa se levantó a recibirlas y echó una carrerita para cambiar con ellas buena partida de besos cuyo rumor llegó hasta mis oídos. Asunción no se movió.

Se encontraban en ella los mismos alegres compadres, que me recibieron con igual agasajo y cordialidad. Todos a un tiempo elevaron sus cañas, invitándome a beber. Uno de ellos me dijo: ¿Qué tal la morenita? La pregunta me turbó extremadamente en aquel momento. ¡Pchs!... No anda mal. Echamos un trago para no desairarlos y nos fuimos a sentar en un rincón.