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Se traslucía allí un verdadero delirio de grandezas: el suelo era de mármol, los salones vastísimos, con techos pintados e historiados; los miradores tan anchos y espaciosos como si fueran otras habitaciones. En los testeros se veían espejos de toda la pared, y en los pasillos se levantaban estatuas y fuentes de alabastro.

Yo soy tu madre... Las circunstancias han hecho que hasta ahora no haya podido darte el nombre de hija; pero Dios no ha querido que muera privada de ese placer... Acércate, hija mía. Demetria bajó todas las escaleras y se aproximó á la señora. ¿Me das un beso? dijo ésta tomándola de la mano y con voz donde se traslucía la emoción.

¿Qué ha de pasar? ¡Lo de siempre! repuso Mario de mal humor. ¿No lo ve usted? añadió fijándose en la puerta. Por detrás de los cristales se traslucía la silueta de una mujer. Al cabo de pocos instantes viose llegar de nuevo a Romadonga mordiendo el imprescindible cigarro y con el mismo paso tranquilo, dirigiendo miradas insolentes a las parroquianas.

La solterona se volvió hacia ella y le clavó una mirada donde se traslucía junto con la sorpresa la misma indulgencia compasiva. Pero ¿de veras no sabes?... La joven hizo signo negativo. Y al mismo tiempo se sintió embargada por terrible emoción. Una corriente de aire frío atravesó su ser interior repentinamente.

Conocíase esto en el modo de caerle la ropa, en no qué corte viril de las rodillas y los hombros; además, se traslucía en aquel hombre la altiva superioridad que dan juntamente la riqueza, el nacimiento y el hábito de ser obedecido.

Madre e hijo conferenciaron a solas un rato allá dentro, y por fin la señora se dignó ordenar que me llevaran a su presencia. Estaba la de Rumblar en la sala acompañada de sus dos hijas. La madre tenía en el altanero semblante la huella de la gran pesadumbre y borrasca del día anterior, y la penosa impresión se traslucía en una especie de repentino envejecimiento.

Y en efecto, sin aguardar la contestación de Gonzalo, se dirigió a la mesa, tomó unos pliegos de papel que había sobre ella, se puso las gafas, y acercándose al balcón dió comienzo, no sin cierta emoción que se le traslucía en la voz, a la lectura de la carta. Estaba escrita en papel comercial, grande y rayado.

Los soberanos pasaron lentamente, sonriendo, por entre las apretadas filas de los invitados, deteniéndose cuando veían alguna persona de su conocimiento para dirigirle una palabra afectuosa. Esta se inclinaba profundamente y les besaba la mano con emoción, que se traslucía en la cara.

Y con palabra breve, incisiva, con una cruel satisfacción que se le traslucía en la voz, puso delante de su vista el cuadro espantoso de las miserias y dolores que la desgraciada criatura había padecido en los últimos meses. Aquel cuadro era infinitamente más aterrador que el que le había exhibido María la planchadora.

El cocinero, con la cara encendida y todo el cuerpo tembloroso, permaneció unos segundos inmóvil. Después, antes de retirarse, dirigió una larga mirada iracunda a la doncellita, que seguía con los ojos en el suelo con expresión hipócrita donde se traslucía el triunfo del amor propio. ¡Chismosa! le vomitó al rostro más que le dijo.