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La conversación se hizo general con gran sentimiento de Delaberge. La vivacidad con que la señora Liénard defendía sus derechos había despertado su interés. La originalidad evidentísima de aquella mujer contrastaba extraordinariamente con la falta de carácter de la mayoría de los invitados. En el calor de la discusión tomaba su rostro expresiones encantadoras.

Decía esto á sus espaldas, y él no podía explicarse el respeto con que le trataban los otros invitados y la simpática atención con que le oían apenas pronunciaba algunas palabras. Así conoció á varios diputados y periodistas, amigos del banquero Fontenoy, que eran los convidados más importantes.

Bajó muy emocionada; nos abrazamos todos patéticamente y... camino de Italia. ¡Qué lindo viaje! ¡qué lindo viaje!-pensaba yo. Mis múltiples emociones me habían cansado y tenía sed de soledad. Dejé, pues, a mi tío entenderse con sus invitados como pudiera, tomé una capa de pieles y me dirigí hacia un sitio del parque, por el que sentía especial preferencia.

En seguida de esta escena, cuyas consecuencias amenazaban ser trágicas, la mayor parte de los invitados se eclipsaron discretamente; los vecinos de la campaña tomaron sus carruajes, precipitadamente, y los otros el tren de la tarde para irse a París. En el castillo, sólo quedaron los amigos más íntimos. El capitán había sido, naturalmente, el primero que se retirara.

Un presentimiento y una duda atravesaron mi espíritu; pero a los diez y seis años, esa clase de impresiones vuelan y desaparecen, como las mariposas que revolotean en torno de nosotros, así es que estuve lo más alegre hasta el instante en que nuestros invitados se despidieron del señor de Pavol. Así que se fueron, retirose mi tío a su gabinete y me hizo comparecer ante él.

Retiráronse de muy buen humor a la fonda, y al llegar a ella vieron que en el comedor había mucha gente. Era un banquete de boda. Los novios eran españoles anglicanizados de Gibraltar. Los esposos Santa Cruz fueron invitados a tomar algo, pero lo rehusaron; únicamente bebieron un poco de Champagne, por que no dijeran.

En el patio, al aire libre, delante de la taberna del Arco Iris, ya estaba reunido el grupo de los invitados, aunque todavía faltara una hora para el momento en que se daría comienzo a la comida. Pero de ese modo, cada cual podía esperar agradablemente la llegada de su placer.

Un grito: "¡Dios mío! mi tía!" se oyó en el interior del coche; pero la portezuela golpeó, vigorosamente atraída, y el ruido de las ruedas ahogó el resto de las quejas de Herminia. En el salón de baile los invitados se removían con ardor. Mauricio sacó su reloj y vió que eran las once y media. Hacía algunos momentos ya que Herminia había desaparecido.

Los dormitorios habían sido saqueados con más método, desapareciendo únicamente lo que no era de utilidad inmediata. El haberse alojado en ellos el día antes el general con todo su séquito les había librado de una destrucción caprichosa. El conde lo recibió con la cortesía de un gran señor que desea atender á sus invitados.

, el cura y dos amigos de mi padre. Nos instalamos en el salón en espera de nuestros invitados y pronto apareció mi tío acompañado del comandante de Couprat, al que me presentó. ¡Dios mío, qué aspecto tan simpático, el del comandante! Sus ojos eran límpidos como los de un niño y sus cabellos y bigotes blancos como nieve.