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»Sombrío y severo, pero dotado de una sólida y verdadera piedad, poseía un gran fondo de inteligencia: sólo él hablaba con interés y bondad a Carlos, a quien todos trataban como a un sirviente y cuyas funciones, no obstante, eran las de paje de una gran casa. En la mesa permanecía cerca de , me servía de beber, y una vez terminada la comida, me presentaba el aguamanil y el jarro de cristal.

Don Cleofás le dijo: Todas esas caras conozco; pero sus bolsas no, si no es para servillas . Hanse pasado a los estranjeros, porque las trataban muy mal estos príncipes cristianos dijo el Cojuelo , y se han quedado, con las caponas , sin ejercicio.

Zaldumbide no era partidario de maltratar ni de pegar siquiera a los negros, no por nada, sino por no estropearlos. Los demás capitanes negreros trataban a fuetazos a sus negros. Estos fuetazos no eran mas que el ligero prólogo de los que les darían después los bandidos de América.

De estos hombres, algunos lloraban sentados; otros permanecían de pie, pálidos, inmóviles, con el sello terrible que deja un dolor profundo sobre un organismo fuerte y varonil; otros, fingiendo tranquilidad, trataban de ocultar con una sonrisa violenta el llanto que asomaba á sus ojos.

De estos hombres, algunos lloraban sentados; otros permanecían de pie, pálidos; inmóviles, con el sello terrible que deja un dolor profundo sobre un organismo fuerte y varonil; otros, fingiendo tranquilidad, trataban de ocultar con una sonrisa violenta al llanto que asomaba á sus ojos.

Esto supuesto, ¿con qué razon podrá disputarse la causa primaria del levantamiento, cuando es una opinion que se destruye con tanta facilidad, que basta saber que en nada comprendian á los indios aquellas providencias, y que estos trataban y disponian la sedicion antes de pensarlas el ministerio?

A un amigo, si una vez mintió, no se le debe creer la segunda, al enemigo empero nunca. La verdad es, que se temia no fuese que acaso recibiese el enemigo con asechanzas, ó doblez á los que trataban de la redencion de los suyos; y con la artilleria y fusiles recobrasen los caballos y retuviesen los cautivos, quedándose con unos y otros.

La piragua había dado vuelta al banco de arena y avanzaba con precaución por la orilla derecha, tratando de evitar los bajíos. Algunos hombres sondeaban el agua con los remos, mientras otros trataban de descubrir a los náufragos, escondidos en las malezas del islote. Se les oía hablar y se les veía moverse sobre cubierta.

Por los Trujillos, tenía doña Casta parentesco remoto con Barbarita; pero habiendo sido muy amigas en la niñez, apenas se trataban ya, porque la fortuna y las vicisitudes de la vida las habían alejado considerablemente una de otra. Sus relaciones eran intermitentes. A veces se veían y se saludaban; a veces no.

Doña Cristina admiraba á su sobrino viendo el afecto con que le trataban los Padres, cómo le hacían partícipe de sus proyectos en bien de la religiosidad del país. Era casi una pasión lo que sentía por Urquiola. Cuando la visitaba, veía en él al representante de aquellos sacerdotes tan queridos, que de este modo indirecto entraban en su hogar.