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Actualizado: 12 de julio de 2025
Allí estaba la roca Valencia, enorme ascua de oro, brillante y luminosa desde la plataforma hasta el casco de la austera matrona que simboliza la gloria de la ciudad; y después, erguidos sobre los pedestales los santos patronos de las otras rocas: San Vicente, con el índice imperioso, afirmando la unidad de Dios; San Miguel, con la espada en alto, enfurecido, amenazando al diablo sin decidirse a pegarle; la Fe, pobre ciega, ofreciendo el cáliz donde se bebe la calma del anulamiento; el Padre Eterno, con sus barbas de lino, mirando con torvo ceño a Adán y Eva, ligeritos de ropa como si presintiesen el verano, sin otra salvaguardia del pudor que el faldellín de hojas; la Virgen, con la vestidura azul y blanca, el pelo suelto, la mirada en el cielo y las manos sobre el pecho; y al final, lo grotesco, lo estrambótico, la bufonada, fiel remedo de la simpatía con que en pasadas épocas se trataban las cosas del infierno, la roca Diablera; Pintón coronado de verdes culebrones, con la roja horquilla en la diestra, y a sus pies, asomando entre guirnaldas de llamas y serpientes, los Pecados capitales, horribles carátulas con lacias y apolilladas greñas, que asustaban a los chicuelos y hacían reír a los grandes.
El gasto de la conversación hiciéronlo Tristán, Gustavo Núñez, la condesa de Peñarrubia y Narciso Luna. Los tres últimos se conocían y se trataban íntimamente, y Gustavo y Narciso se tuteaban como socios asiduos de la Peña. Aquél era ingenioso y culto como ya sabemos; éste un hombre vulgar que suplía a menudo el ingenio con la desvergüenza.
Al fin las de Guimarán, en vista de que el Provisor no parecía, llamaron al Arcediano, a don Custodio, al cura de la parroquia, y a otros clérigos que más o menos trataban al enfermo. Todo inútil.
«Me alegro que pienses de otro modo. ¿Qué es eso de creer que la vida es mala? No, señor mío; ni yo que he sido tan desgraciada tengo esas ideas. El otro día leí en un periódico un artículo muy largo en que trataban, de unos filósofos que tienen ideas parecidas a las tuyas.
Cuando se examinan las verdaderas fuentes, que pueden dar luz para resolver este problema, se averigua que eran títulos populares, y en su consecuencia vagos é indeterminados, alusivos en parte al aparato escénico, con que se representaban estas obras, y en parte para indicar confusamente los asuntos de que trataban.
Denomináronse tenzone ciertas justas poéticas, en las cuales se resolvían dialécticamente las cuestiones propuestas, que trataban de amores, de asuntos privados ó públicos en forma de diálogo, y pocas veces en la de una acción casi dramática, sucesiva, viva y animada.
Mujeres glaciales que le trataban con visible despego, mujeres de reconocida virtud que repelían con su aspecto toda audacia, se habían acercado á él con repentina decisión, solicitando un préstamo y preguntando acto seguido á qué hora podía ofrecer el príncipe una taza de té en Villa-Sirena. Recordó al coronel, que consideraba el juego como el peor de los enemigos de la mujer.
Isidora visitaba a su hermano dos veces por semana, llevándole ropa y golosinas. Algunas veces se encontraba en la cárcel a la Sanguijuelera, que iba con fin semejante; y ambas se trataban de palabras, distinguiéndose la vieja por la procacidad de su lenguaje y erizado de puños y el ningún respeto que a su sobrina tenía.
No comprendía que un hombre tuviera que descender a estos oficios habiendo tantas mujeres en el mundo, y se informaba menudamente de las particularidades de la vida de colegio; cómo los trataban, qué comían, a qué hora se acostaban, quién les hacía las camas, les lavaba la ropa y se la planchaba; si los colchones eran duros o blandos, si bebían vino, cuántas veces a la semana les mudaban las toallas, etc., etc.
Después consideraciones tristísimas sobre la ingratitud y maldad de aquella niña que huía de la casa donde se la había dado albergue y ponía en ridículo a su protectora. Las domésticas convinieron en que merecía un castigo ejemplar. Despidiolas al cabo la dama, deteniéndolas con ademán imperioso cuando trataban de llevarse a la expósita.
Palabra del Dia
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