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Apartaba los ojos de ellos para hablar con un compañero de fila, afeitado y de aspecto grave: indudablemente el cura que había conocido el día antes. Tal vez se tuteaban ya, con la fraternidad que inspira á los hombres el contacto de la muerte. Siguió el millonario con una mirada de respeto á su carpintero, desmesuradamente agrandado al formar parte de esta avalancha humana.

Eran gentes tostadas por el sol, de agrio hedor sudoroso, la blusa sucia y el ancho sombrero con los bordes deshilachados. Unos eran trabajadores del campo que iban de camino, y al pasar por Sevilla creían natural impetrar el socorro del famoso matador, al que llamaban señor Juan. Otros vivían en la ciudad, y tuteaban al torero, llamándole Juaniyo.

Todos me conocían, me vieron crecer y me tuteaban.... Me detuve en un tenducho, y pregunté por don Román López. El tendero salió a la puerta, y señalándome una casa me dijo: ¡Allí, joven, allí!... ¡En aquella casa pintada de amarillo! ¡El ruido de los muchachos le dirá dónde! ¡Allí está la escuela! ¿Y si mi buen maestro, si el pomposísimo no me recibía cariñosamente?

Arriba encontró su habitación llena de amigos, señores que le tuteaban, e imitando el habla rústica de la gente del campo, pastores y ganaderos, le decían golpeándole los hombros: Has estao mu güeno... ¡Pero mu güeno! Gallardo se libró de esta acogida entusiasta saliéndose al corredor con Garabato. Ve a poner el telegrama a casa. Ya lo sabes: «Sin noveáGarabato se excusó.

El gasto de la conversación hiciéronlo Tristán, Gustavo Núñez, la condesa de Peñarrubia y Narciso Luna. Los tres últimos se conocían y se trataban íntimamente, y Gustavo y Narciso se tuteaban como socios asiduos de la Peña. Aquél era ingenioso y culto como ya sabemos; éste un hombre vulgar que suplía a menudo el ingenio con la desvergüenza.

Se tuteaban, se habían criado juntos en la viña de Marchamalo, con aquella llaneza de trato que los Dupont permitían a su familia. Con don Pablo, era otra la situación.

El amanecer le sorprendía en los gabinetes de Fornos con camaradas de infancia y hembras de alto precio, y otras veces en los camarotes de un colmado con guitarristas, toreros, «socias» de mantón y «fraternales amigos» que le tuteaban y cuyos apellidos no conocía bien: hombres con brillantes enormes, rumbosos, dicharacheros, que habían estado algunas veces en la cárcel o bordeaban con frecuencia sus puertas.

Entre aquellos dos hombres que durante años habían vivido juntos y que se tuteaban, existía una frialdad glacial y parecía que hasta les costaba trabajo saludarse, como si se odiaran. Tragomer, sin embargo, no experimentaba sentimientos hostiles hacia Sorege. Aun en el tiempo en que eran camaradas, no le había querido.

Más cercano y claro era el parentesco de Casta con Moreno-Isla, el cual, a pesar de ser Moreno rico, mantenía cierta comunicación de familia con aquella Moreno pobre, visitándola alguna vez. Se tuteaban por resabio de la niñez; pero sus relaciones eran frías, lo absolutamente preciso para salvar el principio del linaje.

Fue preciso quitar muchas cosas para hacerle sitio. Refugio y Celestina, después de repetir su invitación a la de Bringas, se prepararon a tomarlo. Ambas se daban respectivamente el mismo tratamiento y se tuteaban con igual franqueza. Lo dicho, no se sabía cuál de las dos era la criada y cuál la señora, aunque realmente Celestina estaba un poco más derrotada que la otra.