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En la casa, se atendían lo mismo las peticiones: encontraban igual acogida los partidarios fieles y se hacían idénticos favores, sin que desmayara la influencia en los lugares que don Andrés llamaba «las esferas de la administración pública». Llegó una elección de diputados, y como siempre, Doña Bernarda sacó triunfante al individuo que le designaron desde Madrid.

Ha hecho una grande acogida a Alfonso, y le ha comprometido a que vaya a visitarle cuando esté en París; pero tengo para que esto puede acarrear más daño que utilidad. Yo no pido para mis hijos las grandezas de este mundo; únicamente deseo para ellos un modesto y tranquilo bienestar, adquirido en el cumplimiento estricto de sus deberes. 11 de octubre de 1811.

Su primo Bertrán, provocado por la señora de Blandieres, que dirigía la conversación, con la autoridad que le daba su nombre, frecuentemente citado en los ecos del gran mundo, refería su viaje a Austria, y la acogida que le habían hecho en Viena en el mundo oficial, gracias a la recomendación de su tío Aubry para el embajador de Francia, con quien tenía relaciones amistosas.

Allí pelearemos como buenos; y si al fin caemos vencidos, lo haremos envueltos en la sagrada bandera del progresoEsta alegoría militar, causó excelente impresión entre los vecinos, y contribuyó no poco a la entusiasta acogida que el periódico obtuvo.

6 Y habrá sombrajo para sombra contra el calor del día: para acogida y escondedero contra el turbión y contra el aguacero. 1 Ahora cantaré por mi amado el cantar de mi amado a su viña. Tenía mi amado una viña en un recuesto, lugar fértil. 3 Ahora, pues, vecinos de Jerusalén y varones de Judá, juzgad ahora entre y mi viña.

Su aparición en aquel traje solemne hizo temblar a Marta en los primeros momentos, pero luego, dominada por la necesidad, se puso de pie sonriendo y respondió al saludo de Mathys con suave amabilidad. Esta acogida amistosa alentó al intendente, que se aproximó triunfante, y le dijo con expresión ligera: Mi querida Marta, estáis sin duda sorprendida de verme en este traje, ¿verdad?

Al siguiente día, después de oír, como de costumbre, la misa que fray Anselmo dijera a las seis, Pablo anunció: Esta noche hay una gran recepción en Palacio. Acabo de recibir la invitación... Pues todos iremos a Palacio, como corresponde a nuestras dignidades decidió el inquisidor con voz de trueno. ¡Dios lo manda! La proposición fue acogida con júbilo general.

Encontró en él muy buena acogida y dos amigas: a la una se aficionó de suyo, movida de un instinto protector; llamábanle Guardiana, era nacida al pie del santuario de Nuestra Señora de Guardia, tan caro a Marineda; y según ella misma decía, la Virgen le había de dar la gloria en el otro mundo, porque en este no le mandaba más que penitas y trabajos.

Dos veces que Gallardo rodó en la arena, viéndose próximo a ser enganchado, el Nacional se arrojó sobre la bestia, olvidándose de los niños, de la mujer, de la tabernilla, de todo, queriendo morir para salvar al maestro. Su entrada en el comedor de Gallardo era acogida por las noches como si fuese la de un miembro de la familia.

Si se encuentran algunas mejores, entre todas, no hay que alabarlas demasiado; la bondad es para ellas un deporte o una costumbre. ¡Prosigamos...! Que la acogida de usted sea siempre risueña, como el vestido será siempre objeto de sus cuidados. Un joven autor ha consagrado una comedia a las mujeres que no se preocupan de mismas. En ellas les ha hecho saludables advertencias.