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Tenía el cura de las manos a don Quijote, el cual, creyendo que ya había acabado la aventura, y que se hallaba delante de la princesa Micomicona, se hincó de rodillas delante del cura, diciendo: -Bien puede la vuestra grandeza, alta y famosa señora, vivir, de hoy más, segura que le pueda hacer mal esta mal nacida criatura; y yo también, de hoy más, soy quito de la palabra que os di, pues, con el ayuda del alto Dios y con el favor de aquella por quien yo vivo y respiro, tan bien la he cumplido.

Nuestra felicidad, aunque sea merecida, parece que les humilla y apenas nacida se disponen á acabar con ella. Perdonad, señores míos... En este momento no puedo sentirme alegre porque temo, en verdad, la envidia de los dioses. Una carcajada estrepitosa acogió tan severas palabras. ¡Imposible, imposible encontrar en el mundo un hombre más chistoso que el dorio!

Yo desprecio su sentencia, y en tus caricias y en tu amor soñando, sólo que me arrastras en pos tuyo, sólo que eres bella y que te amo. Nacida bajo el sol de Andalucía, bella, jóven, discreta... ¡Dios mio! ¡Cuántas cosas te diria si fuese yo poeta! Y áun sin serlo, mirándome en tus ojos, de inspiracion venero, á Byron y Petrarca diera enojos... si estuviera soltero.

Gustaba de sus cantares, de sus chanzas groseras, de sus guisos y ensaladas; aunque por la constante gravedad de su rostro parecía más bien nacida entre las brumas de la Noruega que bajo el ardiente sol de la Bética. Ni comprendía ni mucho menos podían ser de su agrado los modales de un trato delicado y culto.

Mirad, caterva enamorada, que para sola Dulcinea soy de masa y de alfenique, y para todas las demás soy de pedernal; para ella soy miel, y para vosotras acíbar; para sola Dulcinea es la hermosa, la discreta, la honesta, la gallarda y la bien nacida, y las demás, las feas, las necias, las livianas y las de peor linaje; para ser yo suyo, y no de otra alguna, me arrojó la naturaleza al mundo.

Yo dije lo ordinario: que las viesen colocadas como merecían; y agradóles mucho la palabra colocadas. Preguntáronme tras esto que en qué me entretenía en la Corte. Yo les dije que en huir de un padre y madre que me querían casar contra mi voluntad con mujer fea y necia y mal nacida, por el mucho dote.

El gusto le había venido no se sabe cómo, por contagio tal vez de la atmósfera, dado que las señoras de su categoría no suelen alternar mucho tiempo con las chulas. Había tenido una doncellita nacida y criada en Maravillas. Esta fué en sus ratos de expansión quien le proporcionó mayor cantidad de vocablos y modismos.

Hermoso fue tu primer día, ¡oh, siglo! Procura que sea lo mismo el último. Ya avanzada la noche, corrió un rumor por las tribunas. Los regentes iban a jurar, obligados a ello por las Cortes. Era aquello el primer golpe de orgullo de la recién nacida soberanía, anhelosa de que se le hincaran delante los que se conceptuaban reflejo del mismo Rey.

Nacida en la Argentina, su origen y su apellido parecían irradiar un halo de gloria sobre la prole, borrando la insignificancia del origen paterno. La familia residía en París, y cada dos o tres años regresaba a América para que el jefe viese de cerca la marcha de sus negocios.

Cuatro o cinco soldados esparcidos en distintos puntos acusaron también su origen meridional, gritando al concluirse la estrofa: «¡Olé, oléAquella canción, nacida en el ardiente suelo de Andalucía, fue una varilla mágica que ahuyentó la tristeza de los corazones.