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Irguiéndose de repente, entona la vieja y melancólica canción del molinero, la canción de la casa dorada que se alza «en lo alto de la montaña». Juan se estremece, y su voz tiembla. Acaban la primera estrofa y comienzan la segunda: Abajo, en aquel valle, El agua hace girar una rueda Que no muele más que el amor, Toda la noche y todo el día. La rueda del molino se ha roto...

Deteníase de vez en cuando como indecisa, repitiendo los mismos versos tenazmente, hasta que lograba pasar a otros nuevos, lanzando al final de cada estrofa, según costumbre del país, un cloqueo extraño semejante al graznido del pavo real, un gorgorito rudo y estridente como el que acompaña a los cantos de los árabes.

Acude entonces la madre de Isabel para averiguar la causa de este alboroto; se queja en un chistoso monólogo de los tormentos, que le hacen sufrir los jóvenes enamorados, búrlase de la frivolidad de su hija, que encuentra placer en tales serenatas, y apura sus improperios y sarcasmos contra el cantor, que se disculpa y recomienda, á su conclusión, recitando una estrofa patética.

Risas, algazara, pataleos... Junto al niño cantor había otro ciego, viejo y curtido, la cara como un corcho, montera de pelo encasquetada y el cuerpo envuelto en capa parda con más remiendos que tela. Su risilla de suficiencia le denunciaba como autor de la celebrada estrofa. Era también maestro, padre quizás, del ciego chico y le estaba enseñando el oficio.

MÁXIMO. Pues di que los primeros poetas del mundo, Homero y Virgilio, Dante, Lope, Calderón, no escribieron jamás una estrofa tan inspirada y poética como lo es esa para , esos pobres números... Verdad que la armonía, el encanto poético no están en ellos: están en... Vete... Puedes irte a comer... Déjame, déjanos.

Ó maldicion terrible del Eterno Por qué el lazo rompimos de la union. No hay uno solo de los jóvenes poetas que hoy escriben, que no haya bebido alguna inspiracion en el Canto del Cisne que don Juan Cruz Varela dedicó á Mayo poco antes de morir. Por mi parte, al escribir estos versos he tenido muy presente la siguiente estrofa, que pertenece á ese canto: ¡Oh Dios! no supimos vivir como hermanos!

Sin interrumpir su canto, ha abierto un agujero profundo en la corteza de una rama hinchada por el calor, llegando hasta la corriente de savia que circula madura por el sol, como un vino de generoso fermento. Conservando el tubo de succión hundido en este pozo, bebe y bebe con sensual inmovilidad, entregada por entero á los encantos del jarabe y de la estrofa.

Cuatro o cinco soldados esparcidos en distintos puntos acusaron también su origen meridional, gritando al concluirse la estrofa: «¡Olé, oléAquella canción, nacida en el ardiente suelo de Andalucía, fue una varilla mágica que ahuyentó la tristeza de los corazones.

Y cada vez que terminase un verso... un beso; a cada estrofa concluida, seis, doce... una lluvia; y cuando diese fin a la obra, él la leería con su voz de oro, y ella escucharía arrodillada a sus pies adorándolo como un dios: «¡Oh, mi novio, mi Tannhauser!... ¡Poeta colosal!».

Esta mujer ha debido de encontrar, yendo á la fuente, á tía Nisca y á su marido. Quizás al verlos caminar silenciosa y tristemente hacia su casa, ha recordado esa estrofa que, por otra parte viene como de molde para dar fin á este cuadro, porque precisamente es la síntesis de él. Qué linda está usted hoy, Teresa! ¡Vaya! Es la pura verdad.