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Actualizado: 18 de mayo de 2025


La conclusión es, sin duda, la parte más débil de este drama. ¡Cuán grande es el abismo, que separa á la catástrofe tan patética y tan profundamente conmovedora de Shakespeare de esta terminación cómica!

Y Lucía, desgreñada, patética, hermosa, se arrojó a los pies de Artegui, y abrazó sus rodillas, y se arrastró en la alfombra. A duras penas la alzó el pesimista. Usted sabe dijo confuso que yo estimaba poco la vida... digo más, que la aborrecía desde que llegué a entender su vacuidad y cuán inútil carga es para el hombre... y ahora, muerta mi madre y sin tener a nadie que sintiera mi falta....

El día que pasaron la cordillera hubo una escena patética. Era preciso deponer las armas; no había forma de hacer concebir a los indios que había países donde no era permitido andar con la lanza en la mano.

Tenían ahora sus palabras, en vez del impetuoso brío de antes, un dejo amargo, una sombría y patética elocuencia. No era su tono el enfático de la prensa, sino otro más sincero, que brotaba del corazón ulcerado y del alma dolorida.

La historia de los amantes de Teruel, tan patética y popular en España, que sirvió después á Tirso de Molina y á Montalván , forma su base, y la vigorosa pintura de los afectos y la profundidad del sentimiento de toda ella, dan prueba del eminente talento poético de su autor.

¡Qué par de tórtolos! dijo . Te aseguro que me das envidia. Y Currita, con patética entonación, contestó desde la puerta: Verdaderamente que es un don del cielo no haber tenido en catorce años de matrimonio un solo disgusto. Fernandito acababa de llegar, y a la verdad que no eran sus trazas de haber estado rezando el rosario.

Fortunata y ella, una vez que se conocieron, no tardaron en referirse sus respectivas historias. La que ya conocemos salió descarnada; pero Manolita adornó la suya tanto y de tal modo la quiso hacer patética, que no la conocería nadie.

Se aplaudió muchísimo; las señoras se conmovieron y agitaron los pañuelos con entusiasmo, esparciendo por el ambiente caldeado mil perfumes de opoponax, fleur d'Italie, reseda, etc. Era una leyenda altamente patética. No me sorprendió nada que se hubieran impresionado vivamente.

La vida de aquellos rústicos antepasados, que nos sentimos inclinados a considerar personajes prosaicos de esos hombres cuya sola ocupación era cabalgar alrededor de sus propiedades, que se iban volviendo cada vez más pesados sobre sus monturas y pasaban el resto de sus días satisfaciendo de un modo despreocupado sus sentidos embotados por la monotonía , su vida, digo, tenía, sin embargo, algo de patética.

Y no se habló más del loco. Por la noche fue Guillermina, y Jacinta, que conservaba la mugrienta tarjeta con las señas de Ido, se la dio a su amiga para que en sus excursiones le socorriese. En efecto, la familia del corredor de obras (Mira el Río 12), merecía que alguien se interesara por ella. Guillermina conocía la casa y tenía en ella muchos parroquianos. Después de visitarla, hizo a su amiguita una pintura muy patética de la miseria que en la madriguera de los Idos reinaba. La esposa era una infeliz mujer, mártir del trabajo y de la inanición, humilde, estropeadísima, fea de encargo, mal pergeñada.

Palabra del Dia

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