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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Pero el drama, la fábula patética que retrata las grandes conmociones del alma, y pinta los más visibles caracteres de la sociedad, no existía entonces. Se hacían algunas tragedias, obras pálidas y sin vida, porque no eran animadas por la inspiración nacional, ni nuestro pueblo vivía en ellas, ni nuestros héroes tampoco.
Acude entonces la madre de Isabel para averiguar la causa de este alboroto; se queja en un chistoso monólogo de los tormentos, que le hacen sufrir los jóvenes enamorados, búrlase de la frivolidad de su hija, que encuentra placer en tales serenatas, y apura sus improperios y sarcasmos contra el cantor, que se disculpa y recomienda, á su conclusión, recitando una estrofa patética.
Acaso no hubiera dicho nada, ó al menos hubiera dicho poco, si no la hubiésemos encargado sigilo; pero no hablar sobre el asunto, cuando la encarecimos el secreto; no decir nada del secreto que se la fia; no revelar aquel misterio de que ella se enamora; no llevarse el dedo á la boca, imponiendo silencio á Luisa; no cogerla del brazo; no llevarla aparte; no mirar con aire aturdido á uno y otro lado como para ver si es oida de alguno; no cuchichear al oído de aquella pobre jóven; no descubrirla todo lo que nosotros la habiamos suplicado que ocultara; renunciar al placer supremo de esa patética pantomima, decididamente, lectores mios, eso no lo ha hecho madama Fonteral; eso no lo hace ninguna mujer; eso seria un milagro, y el milagro no es el genio de nuestro siglo, sobre todo, no es la gracia especial de las mujeres de Paris.
La obra había gustado poco, pero la artista había sido aclamada por el público, enloquecido y lacrimoso ante su patética desesperación en el acto final, al llorar el amor perdido. Después nada: ninguna noticia; se había eclipsado, impulsada, sin duda, por el amor, dominada, por aquella vehemencia que le hacía seguir al hombre preferido como una esclava.
Convengo en que no hay motivos para que usted esté tan patética... Pero hay otra cosa... a mí me gusta remontarme a los orígenes, me gusta buscar el por qué, y francamente, cuando miro ese por qué, no puedo menos que lamentar la equivocación de que usted viene padeciendo desde tiempos remotos. Fortunata le miraba sonriendo, pues no creía que debía enojarse.
Pero el amor mudo y constante de Anselmo y Felicita encerraba, bajo el aspecto ridículo, emoción patética. Buscábanse sin cesar Anselmo y Felicita, vivían el uno para el otro; pero la Némesis antojadiza había herido de mudez a Anselmo y colocado entre los dos, además de esta barrera de silencio, un ancho valladar infranqueable, aunque de aire delgado y transparente.
Callaron todos, hondamente impresionados por la relación tan patética como sencilla del bondadoso padre. Este llevó a sus ojos la mano basta y ruda, endurecida por el arado, y se limpió una lágrima: ¿Qué dices tú a eso, Teodoro? preguntó Carlos a su hermano.
El coro general de damas comenzaba a emocionarse; pero acertó a reparar Gorito Sardona en la desteñida barba del diplomático, y apresuróse a comunicar el descubrimiento al oído de Carmen Tagle; echóse a reír ella, díjolo a su vecina, esta al que tenía al lado, y a poco, una porción de solapadas risitas hacían fracasar por completo la parte patética del espectáculo.
¿A qué se refiere usted?... ¿Qué quiere usted decir? preguntó Antoñita, sorprendida y asustada. Felipe no contestó, contentándose con dirigirle una patética mirada, y salió en trágica actitud, con sentimiento de haber hablado demasiado.
Era la misma palidez patética, el mismo temblor de los labios, el mismo estiramiento de los párpados sobre las pupilas ebrias de claridad. No, no podía ser una jorguina. Había hablado el lenguaje de los místicos y sin filtros, sin ensalmos, sin unturas, con la sola contemplación, acababa de remontarse a las más altas regiones del éxtasis.
Palabra del Dia
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