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Y aun jurara insistió éste que le había oído decir que pertenecía al cuerpo diplomático. Su excelencia soltó la carcajada. Luego ¿no es cierto? exclamó don Simón . Luego ¿no ha representado nunca a España en ninguna corte extranjera? El ministro volvió a reírse con toda su alma. Don Simón entonces soltó también su poco de carcajada; pero su risa era la del conejo.

Y como si presentase á otra persona, dijo sus nombres ceremoniosamente: Archibaldo von Kramer, teniente de navío de la flota imperial... Su personalidad de diplomático no era enteramente falsa. Había servido como agregado naval en varias Embajadas. Luego le dió instrucciones para el regreso. Podía esperar frente á Palermo. Un bote vendría en busca suya para llevarle á tierra.

Dios mío, no, ni sombra de una... Pero acaso la tendré más adelante... Por otra parte, busca por tu lado. ¿No eres diplomático? Raúl hizo un gesto de mal humor, pero sabía por experiencia que la condesa no entregaba nunca por entero su pensamiento y que él usaría en vano todas las astucias de su diplomacia.

Contentémonos con la esperanza de tener esta paz en la Nochebuena de 1897. Voy á decir mi humilde parecer sobre el importante asunto de que El Liberal trata hoy, y voy á decirle con sinceridad, con llaneza y hasta con cierto candor, que la generalidad de las gentes considerará poco diplomático: pero mi diplomacia pasó ya, y agua pasada no mueve molino.

Montaigne diría: Quizá, y Rabelais: ¿Quién sabe? ¡Raúl! ¡Diablo! Inglaterra y Francia no están de acuerdo en este punto, como en tantos otros... Un simple aprendiz de diplomático no puede cortar el nudo gordiano tan fácilmente como Alejandro. Me has engañado indignamente.

¡Cómo habían cambiado en veinte años las cosas en Buenos Aires! ¡El doctor Trevexo, el hombre de más talento de su tiempo, el orador, el diplomático, el abogado y el periodista más hábil de la República, había desaparecido de la escena pública, y sólo habían transcurrido veinte años! Los tenderos de aquella época habían muerto o habían cerrado sus tiendas; ya no gobernaban la opinión pública.

Eran dos hermanas, Berta y Julieta, huérfanas de un diplomático que había hecho desarrollarse su niñez en lejanos países del Extremo Oriente y la América del Sur; dos hermanas libres de toda vigilancia de familia, jóvenes, de escasa renta y numerosas relaciones, que figuraban en todas las fiestas de París. Los tés de la tarde que se convierten en bailes las veían llegar con exacta puntualidad.

Mientras hablaba sus ojos permanecían medio cerrados sin que nada pudiese denunciar su pensamiento íntimo; cara de diplomático precavido y astuto, que también podía ser de traidor. Tragomer no se aproximó al grupo y Sorege no hizo ni un movimiento para ir hacia su antiguo amigo. Tragomer cogió de la mesa un periódico ilustrado pero no tuvo tiempo de volver dos páginas.

No puedo olvidar aquella escena que presencié desde la puerta con otros criados, y voy a referirla. #Nota a pie de página:# Inés, confusa y ruborosa, no contestó nada, cuando el diplomático se fué derecho a ella llevando de la mano a D. Diego, y le dijo: Hija mía, aquí tienes al que te destinamos por esposo: mi sobrino, varón ilustre, a quien veremos general dentro de poco, como siga la guerra.

El príncipe Chlodwig de Hohenlohe fué el encargado del imperio en estas dos últimas ciudades, como lo es ahora en la capital de Francia, ofreciéndosele á Schack el cargo de consejero de legación cerca de este mismo diplomático.