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Claro es que no; pues allí todo fue extraordinario, y puedo dar fe de ello, que la presencié desde el Introito hasta el Ite misa est. A aquella guerra debo mi conocimiento de la artillería; ¿usted no ha oído hablar de ? Estoy seguro de que me conocerá de nombre.

¿Yo? repuso D. Luis con cierta tristeza . Ya sabe usted que estuve en Hollabrünn, en Austerlitz y en Jena. Pues entonces... Por lo mismo que presencié tan terribles acciones de guerra, tengo miedo. ¡Miedo! Pues fuera de la fila. Aquí no se quiere gente medrosa. No hay soldado aguerrido afirmó Santorcaz que no tenga miedo al empezar la batalla, por lo mismo que sabe lo que es.

Ayer tarde, por no ir más lejos, presencié el regreso de los rebaños a una masía situada al pie de la cuesta, y les juro que no cambiaría ese espectáculo por todos los estrenos que hayan tenido ustedes en esta semana en París. Y si no, juzguen. Sabrán que en Provenza se acostumbra enviar el ganado a los Alpes cuando llegan los calores.

Los disparos de escopeta se alejaban y disminuían en número. Después quedó todo en silencio... Aquello había terminado. Entonces regresamos despacio a la llanura, para saber algo de nuestra gente. Al pasar por delante de la casita de madera, presencié una cosa horrible.

Mi objeto era referir simplemente un hecho de que no ha muchos meses fui testigo ocular; pero como yo no presencié, digámoslo así, más que el desenlace, mis lectores me perdonarán si tomo mi relación ab ovo. Mi amigo Carlos, hijo del marqués de *, era heredero de bienes cuantiosos, que eran en él, al revés que en el mundo, la menos apreciable de sus circunstancias.

Fuera del Alcalde todos los acompañantes son para el indio otras tantas almas de Garibay. Hemos hecho la anterior digresión para que se comprenda el valor que tiene el castila pronunciado por la esposa india. Para recargar el cuadro y hacer comprender el cariño y respeto que tiene la mujer de la provincia de Tayabas al español, voy á recordar un episodio que presencié el año 1874.

El Napoleon y el guardia civil. Prometi dar cuenta de una disputa que presencié el otro dia en el restaurant de las Columnas. Era la siguiente. Dos caballeros discutian en alta voz, acerca de la prenda que constituia el carácter más grande del hombre. Uno opinaba que era la generosidad, la abnegacion. El otro decia que era el valor ó la firmeza.

Le he dado un abrazo de agradecimiento y despedida, sin que usted, profundamente dormido, se haya percatado. Ya sabrá usted de . Amigo suyo para siempre, Pedro Guillén Caramanzana.» Y, en efecto, años después, supe y presencié grandes cosas de él, las cuales pienso referir en otra ocasión, si se tercia y no tengo nada mejor que hacer. Es domingo de Pascua de Resurrección.

Saliendo afuera en busca de agua para mi amo, presencié el acto de arriar la bandera, que aún flotaba en la cangreja, uno de los pocos restos de arboladura que con el tronco de mesana quedaban en pie. Aquel lienzo glorioso, ya agujereado por mil partes, señal de nuestra honra, que congregaba bajo sus pliegues a todos los combatientes, descendió del mástil para no izarse más.

Para gozar del inmenso encanto, que para lo es, de discutir sobre letras, es necesario saber beber cerveza; no es la cerveza de Lóndres, no es la pale-ale que dan en las tabernas de la capital de Albion y que los ingleses tanto aprecian, no, es una cerveza agradable que me gustó mucho, muchísimo, pues con ayuda de ella presencié animadas é interesantísimas discusiones.