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Así terminaba algo confuso el artículo y antes que amaneciese, lo envió á la redaccion ya con la previa autorizacion del censor. Y se durmió como Napoleon despues de haber dispuesto el plan de la batalla de Jena.

Eran excelentes grabados ya pasados de moda, el papel viejo y con manchas de humedad, los marcos de caoba, y representaban asuntos que nada tenían de español, por cierto, las batallas de Napoleón I, reproducidas de los un tiempo célebres retratos de Horacio Vernet y el barón Gros. ¿Quién no ha visto el Napoleón en Eylau, y en Jena, el Bonaparte en Arcola, la apoteosis de Austerlitz y la Despedida de Fontainebleau?

Luciana dije muy bajo, ¿es verdad que ha ido usted sola a buscar a Lautrec a su casa de la calle de Jena? Mi prometida se puso tan pálida, que hasta los labios resultaron descoloridos; y al mismo tiempo una horrible sensación de frío corría por mis venas, mis dientes crujían y me parecía que el sol acababa de apagarse. Le juro a usted que nunca he visto a Gerardo Lautrec en su casa.

¿Yo? repuso D. Luis con cierta tristeza . Ya sabe usted que estuve en Hollabrünn, en Austerlitz y en Jena. Pues entonces... Por lo mismo que presencié tan terribles acciones de guerra, tengo miedo. ¡Miedo! Pues fuera de la fila. Aquí no se quiere gente medrosa. No hay soldado aguerrido afirmó Santorcaz que no tenga miedo al empezar la batalla, por lo mismo que sabe lo que es.

Al día siguiente, cerca de Francfort, se presenta otra columna de buenos amigos, que hay que exterminar. En fin, mientras más se matan, más salen. Y henos ahora de este lado del Rin. Seguramente, desde Moscú se han puesto en marcha contra nosotros amigos de tal calaña. ¡Ah! ¡Si lo hubiéramos previsto después de Austerlitz, Jena, Friedland y Wagram! Hullin se había quedado muy pensativo.

Ahora, o yo me engaño mucho, o vamos en busca del marqués de Coupigny para reunirnos y emprender juntos un nuevo ataque. ¿Estás al tanto de lo que digo? ¿Ves cómo no en vano ha mordido uno el cebo en Hollabrün, en Austerlitz y en Jena? Efectivamente, la intención de nuestro General era reunirse con Coupigny; pero esto no se verificó hasta la noche del 17 al 18.

Era el momento conveniente, porque gran número de alemanes, casi todos estudiantes de filosofía, de derecho y de medicina, con las caras llenas de cicatrices a consecuencia de los duelos tenidos en las cervecerías de Munich, de Jena y de otras partes, y que luchaban contra nosotros en virtud de la promesa que se les había hecho de concederles ciertas libertades después de la caída de Napoleón; todos aquellos mozalbetes intrépidos trepaban asiéndose de pies y manos del hielo y trataban de saltar a las trincheras.