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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Era el momento conveniente, porque gran número de alemanes, casi todos estudiantes de filosofía, de derecho y de medicina, con las caras llenas de cicatrices a consecuencia de los duelos tenidos en las cervecerías de Munich, de Jena y de otras partes, y que luchaban contra nosotros en virtud de la promesa que se les había hecho de concederles ciertas libertades después de la caída de Napoleón; todos aquellos mozalbetes intrépidos trepaban asiéndose de pies y manos del hielo y trataban de saltar a las trincheras.
Los amos y los criados, los ricos y los pobres unidos todos en Dios, amándose con fraternidad cristiana, conservando cada cual su jerarquía y la parte de bienestar que el Señor hubiera querido concederles. Los viñadores caminaban apresuradamente. Algunos corrían para adelantarse a sus compañeros, llegando cuanto antes a la ciudad. Desde la noche anterior que les esperaban en Jerez.
Las señoras lo hicieron con una compostura y un recogimiento que edificaba: las ebúrneas manos, donde los diamantes y esmeraldas lanzaban destellos, cruzadas humildemente; la hermosa cabeza hundida en el pecho. Estaban irresistibles. Aunque no fuese más que por galantería, el Supremo Hacedor estaba obligado a concederles lo que pedían.
Cada una de las que ha podido traerse de allí algún empleado poco limpio, nos ha costado mil pesetas al conjunto de los demás peninsulares y nos cuesta además y nos costará muchas lágrimas. ¿Qué mejor venganza podemos tomar de los cubanos rebeldes que concederles la libertad por que combaten? Una vez Cuba libre, Cuba se volvería merienda de negros.
Y como en aquel momento estos artículos halagaban su amor propio, no tuvo inconveniente en concederles franca y cordial acogida. Ambos se entretuvieron largo rato con ellos.
Un rico que gustaba de mezclarse con la gente pobre; no como los otros señores, que sólo se dejaban ver en los balconajes de los puentes para echar una mirada de lástima, huyendo apenas se volvían hacia ellos algunas cabezas, cual si no quisieran concederles ni el goce de la curiosidad.
No hay que hacerse ilusiones; mientras que Ivonet, Estenoz, y los principales cabecillas del movimiento no se convenzan de que los yankees no tienen el propósito de intervenir, se guardarán bien de rendir las armas, pues pensarán que el gobierno, al verse seriamente amenazado por una nueva intervención, acabará por concederles todo cuanto piden.
Palabra del Dia
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