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De Tiui regresamos al pueblo de Tabaco, en donde nos esperaba un buen baroto en el que habíamos de hacer las 16 millas de travesía que hay de aquel pueblo al de Calolbon, situado en la isla de Catanduanes; travesía que hicimos en seis horas.

En seguida me sentí levantada, suspendida entre sus brazos. Me parecía que me habían abierto las venas: creí, en ese instante de abandono y de embriaguez, que mi sangre ardiente se esparcía sobre hasta la última gota. Sentía en mi cara el calor de su aliento. Por un instante tuve la impresión de que había rozado mi frente con un ligero beso. Después regresamos en silencio a la casa.

Tía Pepa salió a mi encuentro, reclinó en mi hombro la encanecida cabeza, y sin decir una palabra me abrazó fuertemente. Cuando regresamos del cementerio me retiré a mi cuarto. Allá me siguió Andrés. Sentado cerca de mi pretendía distraerme con no qué historias de mi infancia. Yo le oía sin contestar. De pronto entró mi tía. Rorró: ¿te dieron una carta de Angelina? No. ¿Cómo no?

Se detuvo un momento, y después prosiguió: Regresamos juntos a Val-Clavin y, durante el camino, pude convencerme de que la señora Liénard no me había exagerado las brillantes cualidades de Simón. Es un muchacho de espíritu recto y de corazón noble. Aunque adversario de la Administración forestal, espero que seremos buenos amigos... Estoy contentísimo de haberle conocido.

No quiero dejar de apuntarlo, aunque me cueste trabajo. Tendré siempre á la vista la historia exacta de mi vida. Hemos estado en el monte á cazar. Salimos á las cinco y media de la mañana y regresamos á las siete de la tarde. El conde se empeña en que ella cace también: ¡y por qué sitios! Por mucho que la imaginación trabaje, es imposible que se forje nada tan fragoso y espantable.

Terminada la procesión y colocados nuevamente los santos en sus capillas, fuimos a ver los toros, más tarde los juegos en la era, las luchas de hombres, los tres saltos, el ahorcagato, el juego del odre y todo el divertido aparato de las fiestas provenzales... Caía la noche cuando regresamos a Maillane.

Roberto nada decía, pero con frecuencia se inclinaba hacia y me hacía una seña amistosa, como si juzgase prudente consolidar nuestro pacto cada cinco minutos: trabajo inútil, pues nada estaba más lejos de mi imaginación que la idea de romperlo. Cuando hubimos trotado una media hora a un paso bastante vivo, detuvo su caballo y me dijo: ¿Bueno, chiquilla? ¿Qué hay, «grande»? ¿Regresamos?

Asisten 50 niños á las escuelas habiendo solo 2 que entendieran el español. Hay radicados 4 chinos. De Manito regresamos á Legaspi, y de allí nos trasladamos á la cabecera. Resumiendo todos los datos estadísticos que hemos dado al detalle, resulta que la provincia de Albay en 1878 tenía 238.220 almas, de las que tributaban 113.813.

Cansados de buscar, regresamos a la estancia, y al traspasar el umbral, la tos que el misterioso personaje padecía, aumentó de tal manera que oímos claramente que se ahogaba; esa horrible tos degeneró en ronquido, en estertor, y repentinamente se oyeron maullar, chillar horriblemente, en todas las disonancias imaginables, un crecido número de gatos.

Regresamos al paso, sin cruzar una sola palabra, nuestros caballos emparejados, restregándose las quijadas y cubriéndose recíprocamente de espuma. Echó pie a tierra en la verja, atravesó a pie el patio fustigando la arena del suelo con el látigo, subió en derechura a su cuarto y no reapareció hasta la noche. A las ocho nos trajeron la correspondencia. Había una carta del señor De Nièvres.