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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Muchas veces junto al fuego En las noches invernizas Cruzaban breves las horas Mirando al fuego que ardia, Siguiendo su oscilacion Y viendo brotar sus chispas, Que en sus fantásticos giros Todo el hogar recorrian, Hasta caer soñolientas Entre pálidas cenizas; Y entonces en los carbones Que á trecho en trecho lucian, Como dos ojos ardientes Sobre frente encanecida, Nos parecia leer: «¡Oh, no tener una hija!»
Yo soy el peregrino que cruzando Del Andes la region encanecida, Admiré entre las nieves escondida Una flor de bellísimo color: Aquella flor en medio del desierto Me hizo olvidar de la aridez del suelo, Y encontré en el camino algun consuelo Recordando lo suave de su olor.
Tía Pepa salió a mi encuentro, reclinó en mi hombro la encanecida cabeza, y sin decir una palabra me abrazó fuertemente. Cuando regresamos del cementerio me retiré a mi cuarto. Allá me siguió Andrés. Sentado cerca de mi pretendía distraerme con no sé qué historias de mi infancia. Yo le oía sin contestar. De pronto entró mi tía. Rorró: ¿te dieron una carta de Angelina? No. ¿Cómo no?
Tanto respondió moviendo pensativamente la encanecida cabeza, que según toda probabilidad dentro de un año seguirá usted siendo Rey de Ruritania. Y dicho esto desahogó su cólera lanzando una sarta de maldiciones contra Miguel el Negro. Mi opinión es dije reclinándome en las almohadas, que sólo tenemos dos medios de sacar al Rey vivo de Zenda.
El mundo es grande, y, gracias a su bondad, sé ahora ganarme la vida honradamente. ¡Adiós! ¿No quiere usted aceptar mi mano?... Sea. ¡Adiós! Y dio media vuelta para marcharse. Pero, cuando llegó a la puerta, retrocedió de repente, y alzando entre ambas manos la encanecida cabeza del anciano, la besó unas y más veces con efusión. ¡Carlos! No hubo contestación. ¡Carlos!
Le hice confidencias parciales, le encomendé la guardia de la Princesa y mirándole fija y significativamente le ordené que no permitiese a ningún emisario del Duque acercarse a Flavia, como no fuese en su presencia y en la de una docena de nuestros amigos, por lo menos. Quizás no se engañe Vuestra Majestad dijo, moviendo tristemente la encanecida cabeza.
Andes, en cuya frente encanecida La historia americana está esculpida En cifra colosal; Tú que levantas la cabeza al cielo, Pídele á Dios la lluvia del consuelo Y á la América baña en su raudal.
El doctor, inclinando hacia ella su encanecida cabeza, le suplicó que callase: bien claramente veía que todo había acabado y ya sólo deseaba retardar cuanto pudiera la eterna separación.
Palabra del Dia
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