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Actualizado: 15 de junio de 2025
Tú irías para completar el número. Ya te recomendaría yo para que te guardasen ciertas consideraciones. Pues trato hecho, don Antolín. Cuente usted conmigo. Yo estoy para ganarme un jornal siempre que se presente. Acababa de decidirle su deseo de salir de la catedral, de pasar, sin que nadie reparase en él, por las calles de Toledo, que no había visto desde que se encerró en el templo.
Todavía mi súbita transformación hubiera podido tener buen éxito si atino a ganarme antes la buena voluntad de la muy poderosa e ilustre señora doña Inés López de Roldan. Pero, lejos de eso, lo que hice fue provocar su enojo.
El mundo es grande, y, gracias a su bondad, sé ahora ganarme la vida honradamente. ¡Adiós! ¿No quiere usted aceptar mi mano?... Sea. ¡Adiós! Y dio media vuelta para marcharse. Pero, cuando llegó a la puerta, retrocedió de repente, y alzando entre ambas manos la encanecida cabeza del anciano, la besó unas y más veces con efusión. ¡Carlos! No hubo contestación. ¡Carlos!
Advirtiendo el indiscreto estupor con que yo contemplaba la habilidad del maestro, verdadero arquitecto de las cabezas, Doña Flora se rió mucho, y me dijo que en vez de pensar en ir a la escuadra, debía quedarme con ella para ser su paje; añadió que debía aprender a peinarla, y que con el oficio de maestro peluquero podía ganarme la vida y ser un verdadero personaje.
Tienes un rival que se interpone entre tú y yo, y quiere y manda que yo no te cumpla lo ofrecido. Pretende guardarme para sí; que a ti te desdeñe y que sea yo para él solo. De subidísimo precio son las joyas y dones con que él me brinda y trata de ganarme la voluntad. Con un beso suyo se jacta de infiltrar en mis venas llama sutil que las purifique. Su abrazo será para mí como crisol candente en que mi ser se funda, y en que el metal de que está forjado deseche las escorias y salga limpio como el oro. Así seré digna de él, y él me hará suya para siempre. El entregarme a él con rendido y confiado abandono será la efusión de todo mi ser en lo infinito.
No acierto á ponderar á V. los prodigios de astucia, los portentos de habilidad, aunque esté mal que yo me alabe, que he tenido que hacer para ganarme un poco la voluntad y la confianza de Doña Blanca y lograr que su hija se trate conmigo y salga á veces en mi compañía. Si no fuera por mí, Clara estaría como enterrada en vida, entre cuatro paredes. No sé cómo ha podido entenderse con D. Carlos.
Tendré que ser juicioso a la fuerza. La miseria me amenaza, señor L'Ambert. ¡Te repito que me alegro! ¡Señor L'Ambert! ¿Qué? Si tuvieseis la bondad de comprarme un tonel nuevo para ganarme la vida honradamente, os juro que volvería a ser un buen sujeto. ¡Buena fuera! Lo venderías al día siguiente para emborracharte. No, señor L'Ambert, ¡os lo juro por mi honor! Esos son juramentos de borracho.
"Señor -dije yo- si él era lo que decís y tenía más que vos, ¿no errábades en no quitárselo primero, pues decís que él también os lo quitaba?" "Sí es, y sí tiene, y también me lo quitaba él a mí; mas, de cuantas veces yo se le quitaba primero, no fuera malo comedirse él alguna y ganarme por la mano."
Hablas como enamorado, Morandro, pero no es justo Que ya tome gusto el gusto Con tu peligro comprado. Poco podrá sustentarme Qualquier robo que harás, Aunque mas cierto hallarás El perderte que ganarme. Goza de tu mocedad En fresca edad y crecida, Que mas importa tu vida Que la mia, á la ciudad. Tu podrás bien defendella De la enemiga asechanza, Que no la flaca pujanza Desta tan triste doncella.
Cuanto á eso, repuso Tristán, no me pesa haber perdido, pues hace una hora resolví irme con vos, que me placen vuestro talante y la vida de soldado, para la que me creo nacido. Sin embargo, hubiera querido daros una costalada y ganarme el cobertor de pluma.
Palabra del Dia
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