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Delante fueron las Josefinas, soñolientas aún y dando bostezos, empujándose unas a otras. Seguían las Filomenas con cierto orden, las más diligentes dando prisa a las perezosas. Donde hay muchas mujeres, tiene que haber ese rumor de colegio, que se hace superior a la disciplina más severa. Entre chacota y risas se oía el rumorcillo aquel: «Mauricia... ¿no sabéis?

Ahí se están en la sala, acurrucadas en el sofá, columpiándose en las mecedoras, soñolientas y aburridas, en espera del novio, atisbando el momento oportuno para pelar la pava. Me lancé a la calle. Iba yo perdido en las tinieblas, tropezando a cada paso. Camino de la casa de mi maestro, pasé por la plaza, delante de la morada de Gabriela. La hermosa señorita estaba en el piano.

Otro de sus asombros había sido oírse llamar con un nombre que no era el suyo. ¿Quién podía ser aquel Ricardo?... Pero en la hora de dulces y soñolientas explicaciones que siguen a las de locura y olvido, ella le había hablado de la impresión que sintió en Bayreuth al verle por primera vez entre las mil cabezas que llenaban el teatro. ¡Era él... él, como le representaban sus retratos de joven!

Muchas veces junto al fuego En las noches invernizas Cruzaban breves las horas Mirando al fuego que ardia, Siguiendo su oscilacion Y viendo brotar sus chispas, Que en sus fantásticos giros Todo el hogar recorrian, Hasta caer soñolientas Entre pálidas cenizas; Y entonces en los carbones Que á trecho en trecho lucian, Como dos ojos ardientes Sobre frente encanecida, Nos parecia leer: «¡Oh, no tener una hija

Agitábase ya Lucía en su asiento, y echando abajo el chal escocés e incorporándose, se frotaba asombrada los ojos con los nudillos, a la manera de las criaturas soñolientas. Tenía revuelto y aplastado el pelo, y muy encendido el lado del rostro sobre que reposara; una trenza suelta le descendía por el hombro, y, destrenzándose por la punta, ondeaba en tres mechones.

Allá en la orilla del rio, al pié de su mismo altivo alcázar, y junto á sus deleitosos baños, donde tan sabrosas trascurren para él las soñolientas horas del estío, es donde se ejecutan como comunes y saludables escarmientos de una recta justicia esos sangrientos castigos; vuestros opresores en tanto se solazan en las frescas alamedas, en las huertas y jardines que abre á su querido pueblo la magnificencia del Amir, á costa tal vez del despojo y de la desesperacion de vuestras familias , agoviadas por los tributos; alguno de vosotros alcanzará quizás el triste privilegio de verse inmolar sirviendo de espectáculo á las despiadadas turbas , mas no lograreis todos que vuestra constancia y resignacion sirva de fecunda enseñanza á los poderosos estraviados. ¿Por ventura no tiene mas en que pensar el prepotente sultan que en recibir caritativas amonestaciones de las pobres víctimas que mueren perdonando?

Nadie sospechaba su estado. Ana siguió viendo a don Álvaro aun después que la ronda se alejó con sus luces soñolientas. Siguió viéndole en su cerebro; y se le antojó vestido de rojo, con un traje muy ajustado y muy airoso.