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Oyose enseguida el rumorcillo de los menudos chorros que salían de la estrujada ubre. Y tendrá la apreciación justa de todas las cosas dijo D. Francisco, repitiendo esta frase del doctor, la cual había hecho no poca impresión en su espíritu . Ha dicho usted, señor D. Teodoro, una cosa admirable. Y ya que de esto hablamos, quiero confiarle las inquietudes que hace días tengo. Sentareme también.

Oyose en la sala una retahíla que parecía oración o romance de ciego; oyéronse bostezos, sobre los cuales trazaba cruces el perezoso dedo.... La familia de piedra dormía. Cuando la casa fue el mismo Limbo, oyose en la cocina rumorcillo como de alimañas que salen de sus agujeros para buscarse la vida.

Corria la voz de que los Nicolasistas tambien habian traido cautivas algunas mugeres del rio de Santa Lucia; y aunque ya el término de la transmigracion se pasaba, ni el año para acabarse distaba del 15 de Julio mas que una semana, no se sentia movimiento alguno del enemigo, aunque corria un falso rumorcillo que los Españoles habian esparcido, de que unos exploradores españoles habian entrado hasta los sembrados de un pueblo, y que habian hallado desamparados los campos, y vacío el mismo pueblo: que tambien los Portugueses no distaban de San Angel mas que veinte leguas; sin que por el mismo tiempo faltasen varias cartas secretas, las cuales daban indudable esperanza de que pasaria la tempestad.

Los canarios, jilgueros y tordos de su pajarera, que hacían demasiado ruido, fueron encerrados bajo llave, para que no llegasen sus cánticos profanos al tocador-oratorio de la Regenta. Se acostumbró don Víctor de tal modo a hablar en voz baja, que hasta en la huerta, paseándose con Frígilis, eran sus palabras un rumorcillo leve.

Mas cuando estas cosas se trataban, aquí, corrió un cierto rumorcillo, que el capitan Sepé á pié seguia el ejército: despues, habiendo llegado un muchacho, confirmó la venida, porque venia á llevar vestido y caballo para el cautivo que se volvia, y por fin, se presenta el mismo capitan Sepé apenas entró la noche, temblando con el frio y la caminata, y sin negar la verdad, contó su suerte; es á saber, que ayer, habiendo sido encerrado en el castillo enemigo, y llegando la tarde, fué mandado montar á caballo sin armas, sin espuelas, pero vestido, y cercado de 12 soldados armados, se le mandó buscase los caballos que se habian perdido.

Vistiéronla aquella tarde de chula, y cuando un cierto rumorcillo petulante indicaba la proximidad de los polluelos en el pasillo; cuando se oían sus risotadas a estilo de calaveras y sonaban muy cerca sus voces, que el mes anterior habían adquirido la ronquera de la virilidad, las niñas asomaban la muñeca a la alta reja del Camón, y aquí eran las boberías de ellos y la inocente diversión de ellas.

Delante fueron las Josefinas, soñolientas aún y dando bostezos, empujándose unas a otras. Seguían las Filomenas con cierto orden, las más diligentes dando prisa a las perezosas. Donde hay muchas mujeres, tiene que haber ese rumor de colegio, que se hace superior a la disciplina más severa. Entre chacota y risas se oía el rumorcillo aquel: «Mauricia... ¿no sabéis?

Nicolás repitió la pregunta hasta tres veces suavizando el tono, y al fin oyó un susurro que decía: «Muchas». Cuenta el padre Rubín que aquel muchas le dio escalofríos, y que le pareció el rumorcillo que hacen las correderas cuando en tropel se escurren por las paredes. ¿Con cuántos hombres? Con uno solo... ¡Con uno sólo!... ¿De veras? ¿Le conoció usted después de casada? No señor.