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»Así llegaron á un escondido barranco, por en medio del cual corría el cristalino arroyo llamado Yuste, á cuyas orillas crecían algunos árboles, y donde toda la naturaleza se mostraba más benigna que en los alrededores.

Desde una semana antes, la granujería corría las calles arrastrando sillas rotas y esteras agujereadas, pidiendo a gritos, con monótona canturía, «¡Una estoreta velleta...!»

Un fuego hirviente giraba por mi cabeza, y un opio el más dulce señoreaba todo mi ser: mis ojos miraban todavía aquellos lindos caracteres dibujados con oro y azul, y mi mente, lanzada ya en la senda de las ilusiones, corría rápidamente tras las sombras engañosas de los paraísos aéreos: ¡oh Abenzeid, qué estado tan celestial!

«También se pudo aquí informar con individualidad de la nación de los Zamucos, cuyo cacique le dijo que había en su tierra seis pueblos tan grandes como el de San Joseph, que entonces constaba de quinientos indios; y otros seis medianos y menores, muy cercanos unos de otros, y en todos ellos mucho gentío de la misma nación y lengua; y que no pocos estaban poblados á orillas de un río grande que corría de Oriente á Poniente; y añadió el cacique traían guerras continuas con los Tobas, Caipotourades y otras naciones sus fronterizas, que tenían innumerable gente; de donde infería ser el Chaco, donde consta haber mucho número de Naciones; y siendo así se abría por allí puerta para la comunicación más breve de aquellas Misiones con esta provincia, cosa que siempre se ha deseado sumamente, aunque no se ha conseguido hasta ahora

Frío, aunque corría el mes de Marzo, no lo sintió, sin duda por la emoción de que iba poseído. Acercose como pudo al viejo y trató de cogerlo; pero éste, al sentir su mano, dio una vuelta rápida, y con las ansias de la agonía le agarró por un brazo.

El grupo de enviados del gobierno avanzaba hacia el caído, y Flimnap lo increpó. Esto es una infamia. Ustedes me han dado palabra de que el Gentleman-Montaña no corría ningún peligro. Pero el más viejo repuso fríamente: El gobierno no puede dejarlo en libertad, para que se permita nuevas insolencias. Hemos cumplido las órdenes de nuestros superiores.

El viejo, triunfante por haber reunido alrededor de él a sus antiguos enemigos y adversarios, a todos aquellos a quienes había ofendido o perjudicado, o engañado de alguna manera, corría del uno al otro, estrechándoles las manos y jurando a todos una amistad eterna.

Lo que impone respeto en la obra de este hombre, no es la concepción de la idea, que corría hacía ya muchos años en el campo intelectual.

El viejo había concluido, y el militar iba á dejar á su nuevo amigo; pero notó que estaba éste cada vez más desfallecido y corría peligro de no poder subir si le abandonaba. El locuaz y discreto joven entró, pues, en la casa sosteniendo al realista, que apenas podía dar un paso. La mansión de Elías se ostentaba en la mitad de la calle de Válgame Dios, donde hacía veces de palacio.

25 El atalaya dio luego voces, y lo hizo saber al rey. 26 vio el atalaya otro que corría; y dio voces el atalaya al portero, diciendo: He aquí un hombre que corre solo. 27 Y el atalaya volvió a decir: Me parece el correr del primero como el correr de Ahimaas hijo de Sadoc. Y respondió el rey: Ese es hombre de bien, y viene con buena nueva.