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Llegó asimismo a los oídos de los tertulios el eco de un sollozo. Por último, al cabo de buen rato se presentó de nuevo Carmelita, arrastrando los pies todavía más que su hermana, con los ojos resplandecientes de autoridad y el ademán majestuoso que conviene a los que necesitan dictar leyes a los seres que la Providencia les ha confiado.

Al llegar frente a la casa lujosa, se sienta en la acera y poco a poco va sacando algo de lo que ha recogido aquella noche, para separar lo que haya de vender de lo que quiera guardar. De pronto se oyen a lo lejos pasos de alguien que viene corriendo, arrastrando en chancleta los zapatos, y por la esquina inmediata aparece una chica de veinte años, feísima.

Pero Atilio repelió su mano sin volver la vista y siguió escuchando. Novoa hablaba ahora de las aguas ardientes condensadas en la atmósfera primitiva del globo, que se habían precipitado sobre su corteza en formación, disolviendo ó arrastrando cuanto encontraban en esta superficie acabada de nacer.

Luego siguió escribiendo: «Estudia mucho, Ida mía; aprende todo lo que necesita saber una señora del gran mundo, ya que tu padre, después de tantas privaciones y trabajos, ha podido juntar una fortuna que le permite darte una buena educación... Yo fui menos dichoso que , y nacido en la pobreza tuve que abrirme paso en el mundo, sin apoyo alguno, arrastrando el fardo de mi ignorancia.

Entonces saltó fuera de enmedio de aquella canalla un cruelísimo verdugo, arrastrando un condenado como á un vilísimo jumento, atadas las manos y los piés con cadenas de acero ardiendo; traía á la garganta un collar ancho de hierro que le forzaba, mal de su grado, á tener derecha la cabeza para su mayor confusión y vergüenza: daba en tierra á cada paso por la violencia con que el inhumano verdugo le tiraba; pero los demonios que venían detrás, con una tempestad de azotes que llovían sobre su cuerpo y con otras cruelísimas befas, le obligaban á caminar.

Y cuando es una misa de mucha música, de esas que le gustan a don Luis, acabo por renegar del órgano y de quien lo inventó, pues me rompo los brazos. ¡El trabajo! dijo el campanero con énfasis . ¡El trabajo es un castigo de Dios! Ya sabéis su origen. Fue la pena eterna que el Señor impuso a nuestros primeros padres al arrojarlos del Paraíso. Es una cadena que siempre llevaremos arrastrando.

Fue al extremo opuesto de la villa, en busca de otro amigo, pero tampoco estaba en casa. Pensó, como supremo recurso, en el marqués de Jiménez. Este no podía abandonarle; le pediría socorro aunque fuese de rodillas. Arrastrando los pies, llegó al barrio de Salamanca.

El Magistral de pies, en el umbral de una puerta, con una colgadura de terciopelo cogida y arrugada por su blanca mano, se inclinaba con gracia, sonreía, y movía la cabeza pequeña y bien torneada diciendo: no con el gesto... con cierta coquetería epicena. ¡Anda, papá! sujétale decía Olvido con voz suplicante, arrastrando las sílabas que parecían salir de la nariz. Imposible.

Esta contienda se hubiera resuelto de una vez si hubiese aparecido un poeta de primer orden, que se consagrara á cualquiera de estos dos estilos, que dividían á los dramáticos de aquella época, arrastrando á la posteridad con el poder de su genio. No es necesario decir á cuál de ellas se hubiese inclinado.

Los moluscos viven confiados, arrastrando su nacarada concha; los cangrejos tampoco desconfían, y corren y cazan. Peces extraños, ventrudos y rechonchos, vestidos de oro y de cien colores distintos, están paseando su pereza. En medio de esa fantasmagoría y con más gravedad, la madrépora arborescente ostenta sus no tan subidos colores. Su belleza consiste en la forma.