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Actualizado: 11 de junio de 2025


«¡Ya llega, ya llegamurmuraban los socios del Casino apiñados en los balcones, codeándose, pisándose, estrujándose, los músculos del cuello en tensión, por el afán de ver mejor el extraño espectáculo, de contemplar a su sabor a la dama hermosa, a la perla de Vetusta, rodeada de curas y monagos, a pie y descalza, vestida de nazareno, ni más ni menos que el señor Vinagre, el cruelísimo maestro de escuela.

Nada habéis hecho dijo Quevedo , si no quemáis también vuestra ambición y vuestra soberbia. ¡Siempre cruelísimo conmigo! ¿por qué no me ayudáis? Porque no quiero. ¡Breve estáis! Tengo prisa. ¿Y á qué habéis venido? A atar unos cabos que si se quedasen sueltos podrían enmarañarnos. Veamos. Recordad que sangre tenían los papeles que habéis quemado. ¿Habéis muerto ó herido?...

Entonces saltó fuera de enmedio de aquella canalla un cruelísimo verdugo, arrastrando un condenado como á un vilísimo jumento, atadas las manos y los piés con cadenas de acero ardiendo; traía á la garganta un collar ancho de hierro que le forzaba, mal de su grado, á tener derecha la cabeza para su mayor confusión y vergüenza: daba en tierra á cada paso por la violencia con que el inhumano verdugo le tiraba; pero los demonios que venían detrás, con una tempestad de azotes que llovían sobre su cuerpo y con otras cruelísimas befas, le obligaban á caminar.

Recuerdo y reconozco como mortales muchos pecados míos, pero confiando en la infinita misericordia de Dios, creo que me los perdona. Siento la contrición y yo misma me absuelvo. El remordimiento ya no me atosiga, pero hay un sentir poco cristiano, hay en mi ser un cruelísimo orgullo, que, más que todo remordimiento, atormenta y mata.

Taylor, que varias veces nos acusa de crueles, es cruelísimo con el pueblo español cuando le compara á un hidalgo empobrecido y casi hambriento, que lleno de vanidad y por seguir alternando con otros hidalgos ricos, es manirroto y despilfarrado, gasta más de lo que tiene y va derecho á la más espantosa ruina. Pues qué, ¿entiende el Sr.

Cuando nos mandó llamar, habíamos creído que, dándose cuenta de su estado agonizante, lo hacía para darnos a conocer ese misterioso medio que nos haría más ricos de lo que jamás habíamos soñado. Pero en este caso el desengaño había sido cruelísimo.

Palabra del Dia

rigoleto

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