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Volvió después doña Lupe a tomar en boca la metamorfosis de su sobrino, deslizando algunas bromitas, que a este le supieron a cuerno quemado. «Ya se ve, con esos estudios que haces ahora en casa de los amigos, te habrás vuelto un pozo de ciencia... A no me vengas con fábulas.

6 Será comido el día que lo ofreciereis, y el siguiente día; y lo que quedare para el tercer día, será quemado en el fuego. 7 Y si se comiere el día tercero, será abominación; no será acepto; 8 y el que lo comiere, llevará su delito, por cuanto profanó la santidad del SE

Y pasan siglos y más siglos, pasan espectros y más espectros, sombras y más sombras, y por honrar al Criador se ahorcaba en un cadalso á la criatura; y por redimir al espíritu se ponia en un tormento la materia; y por salvar el alma se encendian hogueras al cuerpo. El hombre era quemado, como quien tributa un culto á Dios.

aquí la mujer asiática; la mujer del primer período histórico; la esclava del marido, el misterio profano de la familia, el perfume quemado en los altares de Faraon.

Si la Inglaterra entera hubiese podido caber en el corazon de aquel hombre, la Inglaterra entera se hubiese quemado. Del fuego que ardia en aquel corazon, brotó una chispa, y esa chispa quemó una página de la historia del pueblo inglés. Napoleon es una página quemada de aquella historia.

En seguida se la puso en la mano al tabernero, que se quedó mirándola, como distraído, y dándole vueltas. Repito le dijo don Celso, un tanto quemado con aquella actitud que esta carta no es un favor que queremos vender a usted.... La hemos escrito porque..., porque nos ha dado la gana; y nosotros somos así. ¡Ya, ya!... Pero.... Pero ¿qué?... Que sin sello no correrá..., me parece a .

Esta elegía, así como algunas otras que se registran en las páginas de las Rimas, debieron formar parte de una coleccion que con el título de Elegías Argentinas pensé publicar en mis primeros años, y de los cuales he quemado la mayor parte.

Reían, contaban sus hazañas, los grandes peligros arrostrados en los días anteriores. «Los vamos á llevar á puntapiés hasta la frontera...» Su indignación renacía al mirar entorno de ellos. Los pueblos, las granjas, las casas aisladas, todo quemado. Como esqueletos de bestias prehistóricas, se destacaban sobre la llanura muchos armazones de acero retorcidos por el incendio.

El desgraciado zorro seguía enroscándose y retorciéndose para salvar su cabeza, pero el fuego le tostaba el lomo cruelmente. Un hedor irresistible de pelo quemado se esparció por la atmósfera. El dolor arrancaba al pobre animal gritos cada vez más extraños y penetrantes que resonaban de un modo siniestro en el silencio de la pomarada.

D. Joaquín fue el que se sintió quemado del desaire, originándose de la quema ciertos humos nobiliarios, que antes nadie había notado en él y que aparecieron de repente. Hasta entonces D. Joaquín había sido despreocupadísimo, pero, con el boato y magnificencia de su casa, se desenvolvieron en su espíritu los instintos de nobleza, combinados con la afición a la poesía.