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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Presentían la posibilidad de la derrota: parecían olerla en el silencio que pesaba sobre la plaza, en la misma gravedad de sus enemigos. Algunos más enérgicos se revolvían contra la posibilidad del fracaso. ¡Venir de tan lejos, para que se burlasen de ellos unos pobretones!... Renacía su avaricia de antiguos miserables, que turbaba muchas veces con detalles de ruindad sus alardes de ostentación.
Cuando renacía la vegetación, cuando brotaban las hierbas y las flores, cuando las selvas se cubrían de pompa y de verdura, cuando subía la savia por los troncos, era cuando la madre desconsolada enjugaba sus lágrimas y desechaba el traje de luto, porque la hija, hundida en las entrañas lóbregas de la tierra, surgía fecunda, hermosa y resplandeciente de inmortales fulgores; porque Cora, fugitiva del tenebroso amante que la había tenido aprisionada en sus brazos, aparecía de nuevo a bañarse en las ondas de luz del sol enamorado, quien, por contemplarla y besarla, se detenía más tiempo sobre nuestro horizonte, e iba difundiendo por más horas y con mayor tino y eficacia, en este hemisferio boreal, la lluvia dorada de sus rayos ardientes.
Tan pronto seguía con la vista inquieta aquel mar casi inmóvil, tan pronto la seguía en sus decrecimientos haciéndole creer que ya faltaba muy poco para llegar a sus límites naturales; y a medida que las tierras comenzaban a elevarse aquí y allá como pequeñas islas, su corazón renacía a la esperanza.
Y Foja y los demás que se habían quedado, también ansiaban la vuelta de los ausentes, para contarles las novedades y comentarlas todos juntos. La animación de Vetusta renacía en cabildo, cofradías, casinos, calles y paseos cuando los del veraneo empezaban a aparecer.
Al detenerse, renacía el silencio: «un silencio de dos mil años», según pensaba Ferragut. Y en este silencio antiguo sonaban voces lejanas con la violencia de una agria discusión.
Era la herencia paternal que renacía en él: la manía cantante que acompañaba al señor Juan el remendón en sus borracheras semanales. Se abrió la puerta de la casa y avanzó Garabato la cabeza, medio dormido aún, para ver al beodo, cuya voz había creído reconocer. ¡Ah! ¿eres tú? dijo el espada . Aspérate, que voy a sortá la última.
España renacía en el verdor y belleza de sus hijas. Y esto es algo dijo Ojeda . Nuestro loco despilfarro de otros tiempos no se ha perdido del todo gracias a América. Sus amigos asintieron. No, no se había perdido.
Reían, contaban sus hazañas, los grandes peligros arrostrados en los días anteriores. «Los vamos á llevar á puntapiés hasta la frontera...» Su indignación renacía al mirar entorno de ellos. Los pueblos, las granjas, las casas aisladas, todo quemado. Como esqueletos de bestias prehistóricas, se destacaban sobre la llanura muchos armazones de acero retorcidos por el incendio.
Tragomer vió en los ojos de su amigo que la vida moral renacía en él. Jacobo de Freneuse empezaba á reaparecer.
Isidora observó que en ella renacía, dominando su ser por entero, aquel su afán de ver tiendas, aquel apetito de comprar todo, de probar diversos manjares, de conocer las infinitas variedades del sabor fisiológico y dar satisfacción a cuantos anhelos conmovieran el cuerpo vigoroso y el alma soñadora.
Palabra del Dia
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