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Actualizado: 8 de junio de 2025


Haciendo un esfuerzo para reunir sus ideas, comenzó Muñoz a referirle su pasión, pero evitando pronunciar el nombre de Adriana. Julio le escuchó al principio con su habitual modo distraído; alzaba la copa diminuta, mirando al trasluz el licor. Entonces Muñoz se interrumpía: ¿Me escuchas, eh? ¿Me escuchas? Y le renacía contra su compañero de otro tiempo la antigua hostilidad.

Solo Juanito Pelaez soportó mal el golpe, teniendo que dejar para siempre las aulas por el almacen de su padre, que en adelante le asociaba á su comercio: el truhan encontraba la tienda menos divertida, pero sus amigos, al cabo de algun tiempo, le vieron otra vez con la redonda joroba, lo cual era síntoma de que renacía su buen humor.

Vinculete solía sostener los fueros de su dignidad, y entonces gritaba el del Ayuntamiento: ¡Conmigo nadie se insolenta! Y daba un puñetazo en la mesa. Vinculete callaba y seguía recibiendo codillos. Estas disputas, nada frecuentes, interrumpían el silencio pocos instantes; la calma renacía pronto y volvía aquello a ser un templo jamás profanado por ríos de sangre.

El recuerdo de su expulsión de la corte le hizo simpatizar obscuramente con este otro desterrado. Además, renacía en su interior una parte de la voluntad de la madre, con sus incoherencias y sus deseos confusos. El oficial de la Guardia prestó una atención de escolar á las doctrinas del revolucionario.

Esta a su vez sintió que renacía la chiquilla callejera de antaño, y bajándose prontamente, alzó del suelo una botita y estampó el tacón de plano en la inflamada mejilla que vio próxima a las suyas: y con tanto brío menudeó los golpes, que a uno que le alcanzó entre los ojos, el bárbaro galán hubo de exhalar imprecaciones sofocadas, retrocediendo y dejando el campo libre.

Una sonrisa crispó sus labios. ¡Perecer! , pero no solo. ¡Sucumbir! muy bien, pero no sin vengarse. Los jinetes empezaban á aparecer por las anchas avenidas del bosque. Los coches rodaban al trote de sus tiros, los más hermosos del mundo. La vida elegante renacía en su diario y monótono esplendor.

Y entonces renacía en él el ansia de señalarse y de probar su valor, volviendo a lanzarse en las más peligrosas aventuras. Las buenas ocasiones no habían de faltarle. La primera que se le ofreció fue la de ir a la grande y hermosa isla, donde se crían la canela y el clavo y abundan las perlas en el mar que la ciñe.

Mientras tales memorables escenas se efectuaban en el bosque, Jaime Moro, desdeñando los placeres campestres, había logrado catequizar a Fray Diego y a D. Juan Estrada-Rosa para echar un tresillito. Se aburría en la iglesia, se aburría en el bosque, en la ciudad y en la campiña. Tan sólo recobraba la serenidad de espíritu y renacía en él la calma y la alegría cuando tomaba las cartas en la mano.

Tiemblo por usted y tiemblo por . Gillespie no necesitaba oir al profesor para darse cuenta de la gravedad de su acto. Pero renacía su cólera al acordarse de los pinchazos de aquellos pigmeos, y creía sentir aún el dolor en sus piernas. ¿Por qué no lo habían dejado dormir en paz?...

Y cuando tomé la medicina aquella que sabía tan mal, me dio mi tía dos duritos, y cada vez que había que tomar purga un durito o medio durito. Lo que es en monedas de a cinco, puede que pasen de quince». Sintió que le renacía el valor. Pero cuando le llamaron a comer, y fue al comedor y se encaró con su tía, pensó que esta le iba a conocer en la cara lo que había hecho.

Palabra del Dia

rigoleto

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