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Con aires de princesa reinante, precedida del capitán y seguida de los oficiales, corrió las dos cubiertas; se asomó á las galerías de hierro de las máquinas y al abismo cuadrado de las escotillas de carga, recibiendo el olor mohoso de las bodegas.

Pero no recibiendo cartas suyas en respuesta a las que le escribió anunciándole mi nacimiento, y como el tiempo pasase y carta de mi padre no viniese, puesta en un angustiosísimo cuidado, escribió al mayor de los tercios de Nápoles pidiéndole noticias de su esposo.

Hacemos referencia tan sólo a los que, recibiendo impulso y dirección de algún ingenio extraordinario, caminan solos y sin andadores, representando cada cual dentro del ciclo un brillante color de los muchos en que la luz de la poesía puede descomponerse. Los que hemos citado más arriba pertenecen a ese número.

Olvidado éste de sus trabajos políticos y en pasiva rebeldía contra su madre, que apenas si le hablaba, llegó el domingo de su elección. Triunfo completo. Ya era diputado. Pasó la noche estrechando manos, recibiendo plácemes, aguantando serenatas, y a la mañana siguiente corrió a la casa azul par recibir la irónica enhorabuena de Leonora. Lo celebro mucho dijo la artista.

Pero más brillante y más radiante estaba aún Inocencio; radiante de gloria y felicidad, recibiendo con agrado a cuantas personas venían a ver los regalos, dictando órdenes a los traspuntes y tramoyistas para el conveniente decorado de la escena y multiplicando las sonrisas y los apretones de mano hasta lo infinito.

Hablaba indignada de él á su marido. ¡Dejar así á la pobre Antonieta, que era un ángel, un modelo de virtud y devoción como todas las mujeres de la familia!... Fué preciso que Sánchez Morueta, con su grave autoridad que no admitía réplicas, manifestase su propósito de seguir recibiendo á Aresti en su casa, para que la esposa se contuviera ante el doctor.

Allá un boga voluntarioso, de cuerpo espigado y ágil, le echaba chicoleos de champan á una moza de mirada un tanto pecaminosa, recibiendo en cambio un coscorron por via de agasajo.

Buscó con la vista a Martínez y viole a diez pasos de distancia, con la cabezota ladeada, apoyado en su garrote, y su risa de paleto sobre los labios, recibiendo también sus homenajes. Un grupo de palaciegos le rodeaba, oprimiéndose y estrujándose por estrechar su velluda manaza entre las suyas finas y enguantadas, al compás de previsoras lisonjas.

Aquí se oían alabanzas a los dueños de la casa, dichas en voz alta; allá se agrupaban otros a murmurar censuras; unos buscaban a sus conocidos; saludaban todos a los duques; los más serios o curiosos examinaban en los salones inmediatos las obras de arte coleccionadas con exquisito gusto, o los libros de lujo, puestos sobre las mesas de riquísimas incrustaciones; y los jóvenes, juntos con los viejos alegritos, parados en las puertas, pasaban revista a las que entraban, cambiando apretones de manos, diciendo lisonjas o recibiendo miradas que parecían señas.

Los ciudadanos eran muchos y armados, los Alanos tambien, y los graneros con abundancia de trigo, armas, dineros y otros pertrechos militares; finalmente recibiendo y juramento entre de valerse unos á otros, pasaron á cuchillo parte de los Catalanes que estaban dentro, parte prendieron, y los pusieron en cárceles muy seguras.