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Isabel continuó el cura, escribió al Papa una larga carta para justificar su conducta y solicitar su perdón. «No soy una rebelde decía, ni una desobediente; quiero obedecer y morir a vuestros pies, cuando me hayáis hecho el favor de oír una sola palabra para mi justificaciónInocencio IV había hablado a la Princesa de la excelencia y de la santidad del matrimonio...

Esta Inocencio X sentado en un sillón, en cuyos brazos apoya las manos, teniendo en la derecha un papel con una inscripción que dice: Alla Santta di Nro Sigre Inocencio Per Diego de Silva Velázquez de la Camera de S. M. Cattca y bajo éstas, otras palabras borradas por el tiempo.

Acerca de la suntuosa sinagoga que los judíos comenzaron á construir en Córdoba en tiempo del papa Inocencio IV, existe una bula espedida en Leon de Francia, año sétimo de su pontificado, en el famoso Libro de las tablas del Archivo de la catedral, del cual nos ha permitido el ilustrado cabildo sacar algunas copias y extractos, auxiliándonos con extremada bondad en nuestra tarea su archivero el Sr.

¿Se enfada V., D. Jerónimo? Pues, como decía a ustedes, observé, que según los ensayos iban adelantando, crecía el ascendiente de Inocencio sobre nuestra amiga.

El severo Inocencio III se vió obligado en el año 1210 á prohibir rigorosamente la representación de escenas dramáticas en las iglesias, y en especial por los clérigos ; y aunque igual prohibición fué confirmada después por los cánones de muchos concilios , no abolió por completo estos piadosos espectáculos, sirviendo tan solo para que variase el lugar en que se representaban.

Representó el cabildo á S. S. Inocencio IV que no eran bastantes las rentas para mantener el número de dignidades y canónigos que habia, pidiéndole los redujese al que resultase correspondiente á sus facultades, y habiendo el pontífice dado comision para que con asenso del cabildo determinase dicho número, se resolvió que el de dignidades quedase como estaba, que los canonicatos se redujesen á veinte, y á veinte tambien las raciones; lo que confirmó S. S. por rescripto de 26 de junio de 1247.

En fin, que el manuscrito fue ganando por momentos terreno en el corazón de nuestra simpática amiga, y que el joven se despidió de ella, embargado por la emoción, hasta el día siguiente. Al día siguiente Clotilde se presentó al empresario y le arrancó, mediante la amenaza de rescindir el contrato, la promesa de llevar a la escena lo más pronto posible el drama de Inocencio.

Fortalecido en sus creencias se despidió de la Italia clásica y pagana, haciendo el retrato de Inocencio X. Quien seguramente ejerció en él cierta influencia, fue el Greco.

Elena concluyó por impacientarse y dar puntapiés a su marido por debajo de la mesa. Pero otra desazón más grave la aguardaba. Fue a beber el burdeos y estaba frío. La consternación se pintó en su rostro. ¿Cómo no ha templado usted el vino, Inocencio? Dispense la señora, pero se lo he encargado a la Dolores y había quedado en hacerlo respondió confuso el criado. A ver, llamar a la Dolores.

Y al acompañarnos galantemente hasta la puerta, nos dijo con malicia: Vayan en paz, señoras, vayan en paz... Aquel deseo no debía realizarse, pues apenas entramos en casa, a la abuela le faltó tiempo para dar parte a Celestina del supuesto horror del Papa Inocencio IV por las solteronas. ¡Eso un Papa! exclamó Celestina. Debe de ser, todo lo más, un Papa falso...