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De mi familia fue también el glorioso pontífice que infundió en el ánimo engreído y triunfante del Macedón Alejandro, súbito acatamiento y saludable temor de las cosas divinas. Alguien de mi familia combatió gloriosamente por la patria al lado de los Macabeos y derrotó al rey de Siria Antioco Epifanes.
Escuchen ustedes la lectura de esta carta, que va a consolar a usted, señora. «Me dicen escribía el Pontífice, que queréis vivir en el mundo y que vuestra inclinación os lleva a hacer en él una existencia separada de los vivos, sin pretender el matrimonio ni las esperanzas de posteridad.
El monge aleman Gerberto, que despues llegó á ser pontífice con el nombre de Silvestre II. Vino á Córdoba, dice en su Crónica el monge Ademaro, causa sophiæ, pues rivalizando en el cultivo de las ciencias y de la literatura los árabes, los cristianos y los judíos, llegó verdaderamente esta ciudad á convertirse en una nueva Atenas.
Al pontífice se le figuró que esto valia mucho: aseguráronlo sus ojos, y lo confirmó su lengua, haciendo mil juramentos de que no habia en toda su vida visto tan hermosos brazos. ¡Ay! dixo la viuda, acaso los brazos no son tan malos; pero confesad que el pecho no merece ser mirado.
Favorable acogida alcanzaron los dos comisionados en el ánimo de aquel ilustre Príncipe, quien comenzó, á fuer de prudente y morigerado, por entregarles una carta para el mismo prelado Arias, en que le suplicaba devolviese los bienes á los Hermanos de la pobre vida y les permitiera hacer uso de la concesión del Sumo Pontífice.
En 1316 el Pontífice Juan XXII añadió á esta fiesta una octava con el mandato de llevar públicamente en procesión el Santísimo Sacramento.
Cristóbal de Mesa Cortés, canónigo é inquisidor de Córdoba y el racionero Andrés de Mesa, su hermano, á la memoria del caballero D. Andrés de Mesa, del hábito de Santiago y gobernador de Puerto Hércules en Toscana, su tio, sepultado en esta capilla, y á la del pontífice Gregorio XIII, protector de los mismos. Capilla de S. Antonino.
Veinte años y dos meses, ilustre Pontífice; cinco años justos más que la mula de Su Santidad... ¡Ah, bendita de Dios la valiente bestia!... ¡Si supiese Su Beatitud cuánto amaba yo a aquella mula! ¡Y con qué sentimiento me acordaba de ella en Italia!... ¿Me permitirá Su Santidad que la visite? Sí, hijo mío, la visitarás dijo el bueno del Papa, emocionado.
Partió a Italia como caudillo de la Iglesia; los aventureros de Europa y los bandidos del país formaron su ejército: mató e incendió en los campos, entró a saco en las ciudades a nombre de su señor el Pontífice, y al poco tiempo los desterrados de Aviñón podían ocupar de nuevo su trono de Roma.
El fogón era un dios y él su Pontífice Máximo; los demás sacrificaban en las aras del fogón y Pedro celebraba misteriosamente y en silencio. Volvió a su gesto desdeñoso, porque así entendía el respeto a los amos. Apenas contestaba si le hablaban. No tardó en ver por sus ojos que la donna è movile, como cantaba él a menudo.
Palabra del Dia
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