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Actualizado: 3 de julio de 2025
Aproveché aquella primera ocasión, pisando apenas la Comandancia de Marina en el Arsenal á las 4 de la tarde, para entregarles las demás órdenes de levantamiento.
No he podido hallar valor, mientras he vivido, para sonrojarme en su presencia; pero la muerte debe entregarles este secreto, del que usarán según las inspiraciones de su conciencia.
Favorable acogida alcanzaron los dos comisionados en el ánimo de aquel ilustre Príncipe, quien comenzó, á fuer de prudente y morigerado, por entregarles una carta para el mismo prelado Arias, en que le suplicaba devolviese los bienes á los Hermanos de la pobre vida y les permitiera hacer uso de la concesión del Sumo Pontífice.
Amedrentado el rey rebelde, había entrado en tratos con los portugueses para entregarles la plaza, pero su visir, que era un rumí, o griego renegado, se puso de acuerdo con la princesa hija del monarca que había reinado allí en tiempo del grande Albuquerque.
Y él me contestó: «Sí, y son personas de las principales de España, por lo cual he creído de mi deber entregarles la infeliz jovenzuela, desde tanto tiempo condenada a vivir fuera de su rango y entre personas de inferior condición.» Me quedé atónito; pero al punto comprendí que esto era invención de aquel inicuo tramposo, embaucador, y en mi cólera le dije las más atroces insolencias que han salido de estos labios. ¿No crees tú como yo que lo de entregarla a sus desconocidos padres es pura fábula de Lobo para ocultar así su crimen?
Lo primero que has de hacer cuando llegues a Córdoba es visitar a mis primas y entregarles estas cartas. Mira, aquí van las señas de su palacio. Harto sentimos que no pueda celebrarse la boda concertada; pero Dios lo quiere así, y la patria es lo primero. Algún día será. Di a esas señoras que si vuelven pronto a Madrid, no les perdono que pasen sin detenerse algunos días en ésta su casa.
Luego siguió con mirada distraída las evoluciones de varios pavos reales extendiendo bajo el sol sus mantos azul y oro de un negro señorial. Su viejo ayuda de cámara interrumpió este paseo. Unos hombres con un carro venían á buscar el equipaje del señor Castro. Miguel no manifestó sorpresa; podían entregarles todo lo perteneciente á don Atilio.
Los alemanes no nos hicieron daño; lo único enojoso fué que tuvimos que entregarles una parte de nuestra pesca por lo que quisieron darnos. Luego me ordenaron que saltase á la cubierta del submarino para responder al comandante. Era un joven que hablaba el castellano como yo lo he oído hablar allá en las Américas, cuando de chico navegaba en un bergantín.
Dicho se está, por tanto, que salió á relucir el funestísimo día 21 de Agosto de 1520, en que Medina del Campo fué quemada por el alcalde Ronquillo y por el capitán Fonseca, á consecuencia de haberse resistido sus moradores á entregarles la artillería para combatir á Segovia, alzada en favor de los Comuneros, y que recordamos también aquella hermosa carta, escrita con tal motivo por los Segovianos á los Medinenses, en que se leen estas sublimes frases dignas de la antigua Musa de la Historia: «Nuestro Señor nos sea testigo, que si quemaron desa villa las casas, á nosotros abrasaron las entrañas, y que quisiéramos más perder las vidas que no se perdieran tantas haciendas.
Debía entregarles la llave del camarote inmediato y seguir durmiendo, si tal era su gusto... Inútil resistir, pues llegaba al frente de un ejército de héroes... ¿Se hacía el sordo? ¡A la una!... ¡a las dos!... Y los héroes cayeron con todo el empuje de sus cuerpos sobre la puerta del camarote vecino, para echarla abajo y libertar a la dama. «No tema usted, princesa: no grite.
Palabra del Dia
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