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Y siguió vistiendo imaginariamente al primogénito de Desnoyers con todos los esplendores de un monarca oriental. El viejo sintió un principio de simpatía hacia aquel hombre por el interés que le inspiraba su hijo. ¡Lástima que escogiese con tanta habilidad las cosas preciosas y se las apropiase!...

El virrey Manso de Velazco estuvo a la altura de la aflictiva situación, y el monarca le hizo justicia premiándole con el título de conde de Superunda. Juan de Andueza, el libertino, cambió por completo de vida y vistió el hábito de lego de la Merced, en cuyo convento murió en olor de santidad.

D. Francisco José Rodriguez Chico, quien impetró del Rey Cárlos III, la concesión del Colegio e Iglesia de la extinguida orden y algunas de sus rentas para Seminario Conciliar, gracia que concedió el monarca en 25 de Agosto de 1769.

El héroe portugués, ya por mismo, ya por medio de su alférez Nicolás Coello, había acrecentado tan buenas disposiciones, ponderando la grandeza y el poderío de Portugal y de su monarca.

Preséntase, pues, al Rey con este propósito, y sin decir la causa; pero haciendo al Monarca fervorosas y vehementes súplicas, y prometiendo descubrirle el secreto al día siguiente, le pide que aprisione al Conde. Concédesele su pretensión, y el Duque, sin ser conocido, asiste á la entrevista fijada para otro.

El Conde pide, pues, el pago de esta suma atrasada, ó el reconocimiento de la completa independencia de Castilla; pero la suma es tan considerable, que el reino entero de León no es bastante para satisfacerla, y el Monarca se ve en la necesidad de declarar que los Condes de Castilla, sus antiguos súbditos, quedan libres de todo vasallaje, y serán, en adelante, únicos señores de sus dominios.

Procuraban aplacarle en algunos momentos de furia, pero todo era en vano; amenazaba que haria entender á sus contrarios lo que merece el que agravia al monarca de Castilla, y que mostraria cuán grandes eran sus fuerzas contra los que le enojaban.

Y no digamos nada de don Felipe II, un monarca tan sabio, tan astuto, que hacía bailar a su gusto a los reyes de Europa como si les tirase de un hilillo.... Todo para mayor gloria de España y esplendor de la religión. De victorias y grandezas no digamos. Si su padre venció en Pavía, él reventaba a los enemigos en San Quintín. ¿Y qué me dices de Lepanto?

Tiburcio añadió luego: Esto de las empresas es usanza muy agradable y muy seguida en el día. No hay príncipe, ni monarca, ni valiente y enamorado caballero que no guste ahora de salir luciendo alguna empresa, ya en su sobreveste, ya en su bandera o estandarte, ya en la cimera de su yelmo.

Sin dejar de tener la gravedad de la magnitud, el aire espléndido de la grandeza, la magnificencia liberal de la pompa, encontramos en ese alcázar algo festivo, algo risueño, algo popular. Es un noble, un magnate, un monarca, que sin dejar de ser monarca, magnate ó noble, tiene algo del antiguo preboste de los mercaderes.